sencillamente en lo ofensivo e intolerante. Sin embargo, últimamente he estado dándole vueltas a esa frase particular que empezamos a ver hace un tiempo ya, dice así: “Nos han quitado tantas cosas, que ya hasta se nos quitó
el miedo”. Frase cierta en parte del espectro que nos envuelve. Todos hemos sido testigos y algunos hasta partícipes de algunas barreras que se han roto con mucho ímpetu y de manera decidida, probablemente gracias al declive tan pronunciado que nos ha estado absorbiendo durante un tiempo considerable. Puede ser visto por muchos como un estallido social, en el cual, precisamente, se ha perdido el miedo a las represiones y los abusos que tanto nos aquejan.
Pero, debo decir que esos miedos se han vencido con la búsqueda de enfrentar a otros más grandes. A diario podemos escuchar y leer cómo mucha gente expresa claramente que no está dispuesta a perder a su país, que no quieren vivir sin libertades que antes tenían, que ya no quieren que lo único barato sea su sueldo, que no quieren estar nerviosos cada vez que sus hijos están en la calle, que no pueden darse el lujo de llegar a casa sin la leche para
alimentar a sus niños pequeños. Cosas como esas han sido su impulso para participar activamente en las protestas que se han venido dando, de la manera en que sea posible. Se percibe un afán -y con razón- de hacer algo, por parte de muchos.
En lo personal, también he vencido muchos miedos, desde los más básicos hasta otros mucho más complicados y enrevesados; así como también comparto esos miedos relacionados a la decadencia de nuestro sistema y nuestra sociedad, pero debo reconocer que me quedan otros mucho más grandes. Como lo es el miedo a que las diferencias extremistas de quienes me rodean lleguen a ser tan definitivamente irreconciliables que lleguemos a una verdadera guerra (en cualquiera de sus sentidos), donde se pierde el filtro de la razón que tanto análisis produce para generar una convivencia pacífica y armónica. En una guerra no hay verdades relativas ni individuales, sólo existen verdades «universales» e «irrefutables» para cada bando, que imposibilitan cualquier razonamiento lógico ante el otro, hasta el punto de, sencillamente, hacer afirmaciones «¡Porque sí!», arrebatando hasta el último ápice de humanidad y llegando a generar los más terribles actos que un ser humano puede ejecutar, alimentados por el odio y esas ansias de sentirse superiores de alguna manera. Temo por éso y temo por esa desesperanza aprendida de la que tantos
son victimas y, no les permite sentirse útiles o con el deber de hacer algo -por muy pequeño que sea- para aportar cosas positivas a nuestra sociedad, la cual pide ayuda a gritos desde lo más profundo de su esencia. Temo por aquéllos que se sienten ajenos a la situación, temo por quienes no están dispuestos a salir de la Matrix y por quienes han salido y quieren «resetearse» para devolverse a ella. Temo por que en el 23 de Enero, parte de la comunidad siga sin voz, sin expresarse ni tomar un papel activo en todo lo que nos está sucediendo a todos sin necesidad de armas, todo porque el miedo mismo se los
impide.
Ahora bien, el miedo que en verdad representa insomnio para mí es ese miedo al fracaso de cualquiera de mis aportes. El miedo a que cualquiera de mis esfuerzos por buscar y formar al llamado «Héroe Ciudadano» sea en vano. Puedo soportar ofensas, puedo aceptar los problemas, me puedo defender de la violencia, puedo luchar contra la adversidad, pero lo que realmente temo es a fallarle a mi sociedad, a pasar por esta vida sin hacer un solo aporte valioso como retribución a todos los beneficios de los que yo he podido
disfrutar y que, a su vez han sido aportes de otros; no soporto esa idea. Pero es bien sabido que el temor se manifiesta en todos nosotros, de una manera u otra; sólo que es de valientes enfrentarlo con el temple del acero, ese mismo temor es mi combustible para seguir en la lucha indefinidamente, sin miramientos, para lograr ése o ésos aportes tan ambiciosos y significativos para todo mi entorno; será mi legado que, con gusto dejaré a mi gente cercana, a los lejanos, a los que no me conocen, a los que ni siquiera agradecerán, a quienes vendrán, ¡a todos!. Así que, para mí, ese es el último miedo a vencer; y será solamente por medio del éxito…ésto apenas comienza.
Fahil Flores
Generación del 14.
@Gdel2014