El problema de Venezuela es que los conceptos de capitalismo y socialismo, basados en categorías marxistas-leninistas ortodoxas, están desfasados y sin puntos de contacto con la realidad del mundo político y social moderno. La cúpula gobernante, y me refiero al aparato castrista que desde La Habana gobierna realmente el país y controla todos los estamentos, pertenece a una época ya superada. Desde la década de 1970 el socialismo moderno se deslastró de aquellos conceptos rígidos y dogmáticos que son los que se manejan todavía en Corea del Norte y en Cuba, ya en prácticamente ningún país "socialista" se utilizan. En Europa tenemos los países escandinavos, con el mayor índice de prosperidad posible, con sistemas socialistas en lo que se llama "Estado del Bienestar" y sin embargo son economías capitalistas dentro de un sistema de mercado que permite la generación de riqueza y su mejor distribución entre los ciudadanos. Ni siquiera necesitan pertenecer a la Unión Europea. Los extremos del capitalismo "Salvaje" y del comunismo tradicional, son esquemas inoperantes que se terminan destruyendo a sí mismos. El primero, porque si bien genera mucha riqueza, no es capaz de distribuirla equitativamente; el resultado es una gran desigualdad y un desamparo de los sectores menos afortunados, jóvenes, enfermos y ancianos. Y el otro, porque aunque enfatiza la justa distribución de la riqueza, se basa en la eliminación del estímulo para generar esa misma riqueza; el resultado: distribución equitativa de la pobreza. No es accidental que el comunismo marxista-leninista tradicional se desvaneciera de los países en los cuales se podían hacer comparaciones con otras alternativas. En Venezuela, mientras se mantengan esas ideas y se manejen esas categorías obsoletas, el Estado dogmático implantará la polarización de las opiniones, enfatizará el aislamiento de la población y el control total de todos los sectores, considerando enemigos a todos aquellos que no acepten sus directrices. El poder de decisión debe regresar al pueblo, de la base hacia arriba, y ejercido desde Miraflores, no desde La Habana. Al revés de como es ahora.
El problema de Venezuela es que los conceptos de capitalismo y socialismo, basados en categorías marxistas-leninistas ortodoxas, están desfasados y sin puntos de contacto con la realidad del mundo político y social moderno. La cúpula gobernante, y me refiero al aparato castrista que desde La Habana gobierna realmente el país y controla todos los estamentos, pertenece a una época ya superada. Desde la década de 1970 el socialismo moderno se deslastró de aquellos conceptos rígidos y dogmáticos que son los que se manejan todavía en Corea del Norte y en Cuba, ya en prácticamente ningún país «socialista» se utilizan. En Europa tenemos los países escandinavos, con el mayor índice de prosperidad posible, con sistemas socialistas en lo que se llama «Estado del Bienestar» y sin embargo son economías capitalistas dentro de un sistema de mercado que permite la generación de riqueza y su mejor distribución entre los ciudadanos. Ni siquiera necesitan pertenecer a la Unión Europea. Los extremos del capitalismo «Salvaje» y del comunismo tradicional, son esquemas inoperantes que se terminan destruyendo a sí mismos. El primero, porque si bien genera mucha riqueza, no es capaz de distribuirla equitativamente; el resultado es una gran desigualdad y un desamparo de los sectores menos afortunados, jóvenes, enfermos y ancianos. Y el otro, porque aunque enfatiza la justa distribución de la riqueza, se basa en la eliminación del estímulo para generar esa misma riqueza; el resultado: distribución equitativa de la pobreza. No es accidental que el comunismo marxista-leninista tradicional se desvaneciera de los países en los cuales se podían hacer comparaciones con otras alternativas. En Venezuela, mientras se mantengan esas ideas y se manejen esas categorías obsoletas, el Estado dogmático implantará la polarización de las opiniones, enfatizará el aislamiento de la población y el control total de todos los sectores, considerando enemigos a todos aquellos que no acepten sus directrices. El poder de decisión debe regresar al pueblo, de la base hacia arriba, y ejercido desde Miraflores, no desde La Habana. Al revés de como es ahora.
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