De tamaño pequeño y gran timidez, el estudiante universitario Elías Jaua tenía una tarea pendiente que realizar todos los jueves de aquellos años 80 en la Universidad Central de Venezuela: salir a manifestar en contra de un gobierno capitalista y neoliberal que hipotecaba el futuro de su patria: formaba parte de aquellos llamados autodenominados 12 del Patíbulo, ala dura del izquierdismo universitario.
Su tarea, como la de todo ese grupo, era siempre más o menos la misma: ir a la plaza de las Tres Gracias, cerrar la vía, quemar autobuses, tirar piedras a la sede de la Toyota para que volasen los pedazos de vidrios por todas partes, hasta que llegase la policía Metropolitana (PM). Luego a las doce suspender para el almuerzo y a eso de las 2 de la tarde, comenzar de nuevo.
Como era parte de la rutina universitaria, adentro todo seguía igual, las cátedras marchando, exámenes llevándose a cabo y simplemente la gente entraba y salía por la Plaza Venezuela; La Minerva o el Clínico y la circulación de vehículos era desviada por la iglesia San Pedro. Todos los estudiantes y profesores lo asumían con un “que ladilla esta rutina ucevista”…
Eso era cierto, pero no totalmente que quienes estaban comprometidos en las acciones fuesen todos de la comunidad universitaria. Recuerdo una vez, cuando el ahora flamante embajador en Naciones Unidas en Nueva York y antes devaluado profesor de Historia Samuel Moncada, fue a convencer a los muchachos que esa no era la forma de protestar y canalizar sus descontentos y encontró hasta liceístas de 12, 13 y 14 años en el grupo. Jaua y sus compinches lo hicieron correr y mira que tuvo que hacerlo para que no lo lincharan…vueltas que da la vida, ahora Jaua es su jefe y él siente que toda violencia se puede justificar si viene del lado que defiende…
Qué si existía por qué protestar en aquellos años 80, claro que sí…se había acabado aquella Venezuela que prometió por mucho tiempo ser próspera y pujante, gracias a la corrupción y deterioro de los valores a que nos llevaron hombres y mujeres, que luego simplemente pasarían a ser parte de las filas del chavismo, con el mismo caradurismo con el cual antes se privilegiaron de los desafueros del poder.
En la vida de aquellos días en la universidad todos los temas eran analizados y las discusiones no paraban. Allí siempre hubo adecos, copeyanos, marxistas, leninistas, judíos, cristianos, blancos, chinos, negros, morenos, siendo una representación de la esencia venezolana. Sin embargo, había una mayoría que aseguraba que la forma de protestar de aquellos muchachos todos los jueves por la mañana, ocasionaba más problemas a propios que a extraños y a pesar de ello, nunca se oyó que nadie los catalogase de fascistas.
La comunidad universitaria comprendía que esos jóvenes trataban de manifestabar su descontento, que la juventud era siempre osada e inconforme, como debe serlo y que tenían sueños por un mundo mejor. Lo último que podía quitársele a los muchachos eran sus anhelos, al contrario, se debían canalizar.
El edificio de Economía era el Comando General de los 12 del Patíbulo, allí se uniformaban, preparaban las molotov, se tapaban la cara con capuchas y se disponían a salir, luego de haber desayunado en el cafetín y si no había mucha plata, en el comedor universitario, con su tarifa congelada a 2 bs por décadas. La misma rutina se realizaría a las doce del mediodía, así jueves tras jueves, año tras año.
La universidad era un sitio seguro, no podía ser allanada, más allá de una que otra escaramuza que intentase la PM, luego de los vergonzosos hechos de Caldera en su primer gobierno, ningún otro lo hizo. En la universidad se sentía uno seguro, se podía estudiar, caminar, hacer deporte, amar y ser plenamente parte de la comunidad universitaria.
La mamá, el papá y los hermanos de Jaua, como del resto de los venezolanos, con sus pros y sus contras podían ir al mercado, podían escoger a cuál, podían caminar por las calles sin ser señalados y si tomaban precauciones, la inseguridad no los mataba a cualquier hora y en cualquier parte como ahora. Tampoco él era señalado de fascista, traidor a la patria o asesino, por llevar adelante sus manifestaciones de descontento en contra de aquellos gobiernos.
Estaba claramente identificado, cualquiera hubiese podido señalarlo, cualquiera hubiese podido entregarlo, hasta esa fascista de la “rectora Arocha”, como él dice ahora, cuando lo resguardo y lo protegió de la policía en la facultad de Odontología para que no fuese agredido, porque si algo había claro en cualquier ucevista: estudiante, profesor, personal administrativo, obrero, jodedores y jodedoras, que siempre los hubo, era que la UCV se respetaba y nadie se metía con ella, ni con su gente, porque era meterse con todos.
Al fin y al cabo era un joven con sueños de un mundo mejor, que siempre es válido porque los humanos no tenemos que ser conformes y todo es perfectible, más en una Venezuela en donde existían tantas razones para protestar en aquellos días, cuando el país definitivamente parecía que perdía el rumbo…como luego finalmente lo perdió.
Ya decía Rubén Blades que el poder no corrompe, desenmascara, que lejanos se le hacen al Elías aquellos días, que borrados los sueños de una juventud que clamaba por cambios para todos, cómo haber olvidado sus años de juventud cuando luchaba contra gobiernos corruptos y para ello se encapuchaba, empuñaba piedras, armas de fuego, bombas molotov y se iba a incendiar el mundo, por su utopía de una patria mejor.
Resulta difícil creer que en aquellas acciones sólo había un quítate tú para poner yo, que se hayan olvidado tantos esfuerzos por lograr una sociedad más justa, que las manos llenas del sucio y el daño producido por las piedras lanzadas, hayan sido sustituidas por el Mont Blanc, que los carajitos de los 12 del Patíbulo que lo secundaban, hayan sido reemplazados por guardaespaldas, con la misma formación que los policías contra los que luchó.
Ahora a flor de piel y por esa manía de la izquierda de ser dueña de la verdad, todo el que reclama y protesta y razones las hay: violencia, muertes, escasez, torturas, corrupción, depravación en el poder, es simplemente fascista.
Y los fascistas Elías, cada día son más y más y la gente que antes te comprendió ve con asombro quién realmente eras y como anhelabas el poder de aquellos a quienes combatías y no me hables del pasado, para justificar lo que ustedes hacen en el presente, porque ustedes llegaron, supuestamente, para arreglar todos los desmanes de sus antecesores. Además, ustedes ya son pasado.
Que vaina chico, nunca pensé que vería tanta miseria, tanta pérdida de jóvenes que como tú en aquel tiempo, tienen derecho a luchar por un país mejor, pues no conocen otra cosa que eso que tú y los tuyos les han dado como gobierno. ¿Sabes Elías?, no hay ideas, ni razones en el mundo que puedan justificar la muerte de nuestros jóvenes, ni siquiera si conviniésemos que están equivocados, porque eso es la juventud y a ella le debemos que la vida no se estanque en la rutina.
Yo siempre creía que era de izquierda, pues si de algo se preciaban los que un día casualmente se sentaron de ese lado, por allá en el siglo XVIII en la famosa asamblea francesa, es que privilegiaban el bien común, pero ya ahora, al creer que eso está superado, me declaro simplemente humanista y me niego a que se mate a los jóvenes de mi país, por expresar y pensar como quieran…a ti no te mataron Elías…
Mira, nunca pensé que aquella obra de Orwell sobre 1984, la vería en mi país en 2014, pero una vaina si te digo Elías, si la gente que está reclamando sus derechos en la calle, si quienes claman poder vivir tranquilamente en un país con un PIB como el de Suecia, si aquellos que luchan por las libertades, son fascistas, pues estoy orgullosamente con ellos…
¿Sabes una cosa Elías? A pesar de que luché también en contra de los gobiernos adecos y copeyanos, nunca estuve de acuerdo con tus acciones de los jueves… ¿Sabes una cosa Elías?, a pesar de que luché contra los gobiernos adecos y copeyanos y ustedes dijeron que venían a cambiar todo, Elías, los han dignificados, la gente los extraña…coño Elías hasta yo los extraño, así será la cagada que han puesto…
¿Sabes qué Elías?, quizás si hubieses muerto uno de aquellos jueves hoy estarías dignamente pintado en un mural de la UCV como héroe estudiantil representante de sueños y no reprimiendo, matando y justificando a un régimen que se mantiene en el poder gracias al pago puntual que le hace el imperio…que vergüenza Elías, que no hayas muerto, que no hayas quedado capucha en tierra, en el recuerdo de tantos que te vimos salir por las Tres Gracias en la consecución de tus anhelos y sueños.
Manuel Gentilicio