«…por nuestra libertad, por nuestra lealtad…»

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Recuerdo muy bien diciembre de 1999. No sólo porque ese mes me casé con mi adorada esposa y pasamos una luna de miel irrepetible y entrañable. También, ese mes, ocurrió la tragedia de Vargas.

Y nos enteramos al aterrizar en Miami. En el avión un sobrecargo ya nos adelantaba algo, al igual que una par de desconocidos en el aeropuerto. «¿Son venezolanos? Qué lástima lo que pasó en su país», coincidían mas o menos todos. Claro, no entendíamos muy bien de qué se trataba. Llamamos a Caracas, y mi padre me dijo «esto es horrible, media Vargas desapareció». Y seguíamos sin entender bien. Pensaba que eran exageraciones suyas. Hasta que llegamos al hotel, y vimos las imágenes y videos en los noticieros. Vimos horribles escenas que jamás pensamos que podrían ocurrir en nuestro país. Pero era inconfundiblemente La Guaira. Recuerdo haber reconocido un edificio donde mis abuelos vivieron hace muchos años en Los Corales, así como otros sitios que eran familiares para mí. Fue muy triste, era doloroso ver todo eso, y más aún desde tan lejos. Sin embargo, no quiero relatar sobre la tragedia de Vargas, o sobre nuestra luna de miel. Pero sí quería recordar y celebrar los conmovedores hechos de solidaridad que tuvieron con Venezuela muchos hermanos Latinoamericanos residentes en Miami.

Una vez enterados de los ocurrido en Venezuela, empezamos a ver en qué podíamos ayudar. Vimos con grata sorpresa que la mayoría de las estaciones de radio y televisión latinas estaban brindando información y tenían centros de acopio para recoger insumos necesarios para los damnificados y víctimas del deslave. Incluso, algunas estaciones dejaron a un lado su programación habitual y la dedicaron enteramente a la tragedia, a manera de «teletón». Desde luego, compramos algunos insumos esenciales, sobre todo agua que era lo que más pedían. En el centro de acopio nos rechazaron como voluntarios, porque ya tenían todos los puestos cubiertos. Insistimos, y con cierto fastidio nos preguntaron qué sabíamos hacer. Al decirle que era ingeniero en computación, me comentaron que tenían un problema para recibir emails, y afortunadamente pude resolver el problema, que era un tema de simple configuración. Nos dieron las gracias, pero insistieron en que ya tenían voluntarios de sobra. La respuesta de la gente que vivía en Miami fue arrolladora y no se hizo esperar.

Y entre ese frenético ir y venir de voluntarios, pude distinguir una multitud de acentos: cubanos (¡hey!, estábamos en Miami), colombianos, dominicanos, argentinos… todos estaban trabajando duro y realmente dedicados a ayudar a sus hermanos venezolanos (¡nosotros!), que estábamos sufriendo una de las peores tragedias naturales de nuestra historia (nótese que añado la aclaratoria de «naturales»). Desde luego, también habían norteamericanos ayudando como voluntarios, y no podemos olvidar a los buques que envió el propio gobierno de los EEUU, cargados de 450 ingenieros, tractores, bulldozers y maquinaría de ingeniería; que tuvieron que devolverse al no obtener el beneplácito del gobierno bolivariano. Claro está , nunca sabremos cuántas vidas pudieron haber salvado.

Y lamentablemente, recuerdo que la política se inmiscuyó también allá en Miami. Algunos sectores de exiliados cubanos, incapaces de distinguir entre el régimen y el pueblo, hacían llamados a «no ayudar al régimen pro castrista de Chávez». Sin embargo, esas voces fueron arrolladas por muchas otras que pude escuchar por radio, y que aún me erizan la piel al recordarlas. Eran testimonios de chilenos, cubanos, argentinos y otras nacionalidades, en las cuales todos recordaban con muchísimo cariño cómo Venezuela fue una segunda patria para ellos, sobre cómo los acogió cuando en sus países habían dictaduras y penurias económicas, como muchos de ellos tenían hijos venezolanos y que, aunque hoy día vivían casi todos en Miami, jamás olvidarían la hospitalidad que les brindó Venezuela durante todos esos años.

Y es que Venezuela siempre fue así. Un país receptor de inmigrantes, donde muchas personas echaron raíces. Un pueblo solidario, que recibió a una enorme cantidad de Latinoamericanos y Europeos, de los cuales muchos son hoy en día Venezolanos, y tienen hijos, nietos y bisnietos venezolanos.

Sí, todos sabemos esto bien. Sólo quería recordarlo, porque a pesar de la canallada de algunos de los gobiernos miembros de la OEA que se han hecho cómplices de la injusticia, los pueblos de esos países siguen siendo nuestros hermanos. Por lo tanto, sólo quisiera pedir dos cosas:

– A los Venezolanos: no nos olvidemos que una cosa son los gobiernos de estos países, y otra su pueblo. Igual que con nosotros. No nos dejemos llevar por los discursos de odio y división, vengan de donde vengan.
– A los pueblos hermanos: sabemos que no tienen la culpa que cómo votan sus representantes diplomáticos en la OEA, o de que su estado le venda armas y equipos antimotines al mío. Es más, sé que desaprueban estas conductas. Pero por favor, háganse eco y metan presión a sus gobiernos. No sean indiferentes, porque mañana, podrían necesitar de esta ayuda. Sobre todo si eres latinoamericano…

Y si alguno no entendió el título del artículo, le invito a ver esta versión del «Himno de Las Américas»

 

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