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“Hasta que te pase a ti”: Venezuela, La Adolescente Incomprendida.

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“La fábula personal: Es la creencia del adolescente de que es especial porque mucha gente está interesado en él o ella. La persona está convencida de que nadie en la historia del mundo ha sentido lo que ella siente. Esta creencia en que es única la lleva a creer que no está sujeta a las reglas que gobiernan al resto del mundo. Está mágicamente protegida de las cosas que pueden ocurrirle a otras personas. La fábula personal hace que una chica piense que ella no puede quedar embarazada, o que un muchacho crea que él no puede perder la vida en la carretera. Ej: «Estas cosas solamente le ocurren a otras personas, no a mí», es la suposición inconsciente que ayuda a explicar buena parte de la toma de riesgos del adolescente. El egocentrismo adolescente disminuye alrededor de los 16 años, cuando el joven llega gradualmente a reconocer la diferencia entre sus propias preocupaciones y los intereses y preocupaciones de los demás. Cuanta mayor comunicación exista con otros adolescentes mayor será el nivel maduro de pensamiento, y se harán más capaces de reflexionar sobre su propia identidad, para formar relaciones adultas con otras personas y determinar cómo y dónde se ubican en la sociedad a la que pertenecen”

Una de las cosas más bellas de estudiar psicología o ser psicólogo, es que si bien el profesional tiene el conocimiento técnico todos hemos pasado por las mismas etapas (no las mismas vivencias) y podemos entender conceptos como el que acabo de plantear.

Hasta que te pase a ti, no vas a cambiar tu rutina. Te seguirás parando todas las mañanas, te tomarás un café (si es que consigues en el automercado), te irás a tu trabajo o a tus actividades diarias. Verás las noticias y si eres de oposición pensarás: “¡Qué maravilla los estudiantes! Son un ejemplo a seguir”, si eres partidario del gobierno: “Estos fascistas, guarimberos, hasta cuando” y soltarás tu medio de comunicación para seguir con tu día.

Hasta que te pase a ti, no vas a dejar de ir a comer a restaurantes los fines de semanas, te excusarás diciendo que el encierro te vuelve loco, que necesitas tiempo de esparcimiento, que igual no ibas a protestar, encontrarás la forma de hacer aceptable tu acción, inclusive cuando llegas al cine y ves a una chica con una pancarta que dice “Geraldine hubiese querido ver esta película” o cuando llegas a ver el clásico Barcelona- Real Madrid y ves un “Bassil quería verlo también”, encontrarás la forma de que la vergüenza (si es que la conoces como sensación y no solo concepto) no se apodere de tu persona y seguirás con tu plan.

Hasta que te pase a ti, las trágicas historias de familiares buscando a sus seres queridos en la morgue de Bello Monte serán solo eso, trágicas historias, lamentarás sus pérdidas dos minutos, si eres religioso dirás una breve oración y luego con un gesto de “bueno qué se hace” continuarás con lo que estabas haciendo.

Hasta que te pase a ti, la militarización de urbanizaciones, la represión, el ataque a viviendas te parecerá un horror “pobre gente la de Chacao, nuestros vecinos deben estar asfixiándose” pero no te preguntarás si esta noche podrás dormir, las máscaras antigas son solo para los valientes estudiantes.

Hasta que te pase a ti, seguirás preguntándote “¿Qué tiene que pasar en este país para que el pueblo reaccione?” mientras te maquillas para salir a pasear. Porque sigues pensando que todas estas cosas son lejanas, que estas cosas no te pueden ni te van a pasar a ti.

Vivimos en el delirio, en la suposición inconsciente de que aunque esté pasando sino no nos afecta directamente no nos está pasando en realidad. Entonces llenamos nuestras existencias y nuestros días de banalidades, de excusas para no hacer, para no ser “la reacción” que este país necesita.

Nos pasó a todos y ni cuenta nos dimos, nos acostumbramos a las bastante habladas colas, hablamos de los 200.000 muertos sin caer en cuenta (algunos) de que más allá de que el número es más elevado que el de un país en guerra esos venezolanos más nunca “verán esa película” o “el clásico”, que esos fallecidos fueron amados por alguien, tenían familias, sueños, metas, que no importó el partido político porque esta revolución no ve colores ni la insignia que llevas en la cachucha, hemos normalizado lo imposible.

Venezuela, es esta adolescente, que piensa que no le puede pasar nada, que si pasa no es su culpa o nadie ha pasado por lo mismo y tristemente no hay nada más viejo en la historia que una dictadura. Este hermoso pueblo no creció jamás, y después de repetir escenarios sigue sorprendiéndose de los resultados. En otras ocasiones he comparado a Venezuela con la típica muchacha que se fija en el menos indicado, ese que no responde los mensajes de texto, ese que la llama cuando le provoca y de cuidar no entiende, ese que sabe que es preciosa pero manipulable. Hoy, hago una comparación distinta, escribo estas líneas mientras la GNB reprime a una distancia excesivamente corta de mi casa, después de más de un mes de esta lucha ya nada me sorprende, nunca me dije “no me está pasando” porque cuando cambias los cuadernos por pancartas, las salidas por recogerte temprano, tus metas individuales por las metas PAÍS, te está pasando aún si no estás protestando 24/7. Porque cuando existe un toque de queda tácito, cuando el pueblo sufre tanto, cuando eres 13 veces más pobre de lo que eras el fin de semana pasado, te está pasando.”Bueno, ¿qué más queda?” Queda que este pueblo crezca, que se haga compasivo de verdad, que se conviertan todos en buenos ciudadanos, que estudien porque esa es la otra letanía “educación para el país”, el país también se defiende con talento humano no solo en las calles (opinión poco popular recientemente), queda que Venezuela deje de ser esa adolescente malcriada y se convierta en el mujeron que todos soñamos, a final de cuentas sigue siendo bella, a veces incomprendida, otras tantas intensa pero siempre es bella.

Señores, hay que dejar la fábula personal, hay que dejar de pensar inconscientemente porque el “Hasta que te pase a ti”  ya nos pasó a todos…

 

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