Un grupo de niños de quinto grado se reúnen como siempre en el patio del colegio, ellos comenzaron juntos en preescolar y todos tuvieron a la maestra Lyda en Preescolar A, todos vieron al profesor Luis echarle los perros a la maestra Luisa, todos se prepararon a la primera comunión y rieron en secreto cuando Felipe se tragó el chicle durante el ensayo de la hostia. Tienen claro que Carlos enfermó y estuvo muy mal, aunque ya está recuperado, que Oscar es un taco en matemáticas y hace cuentas mentales sin equivocarse y saben que no hay quien le gane a David en una carrera. Son un grupo cohesivo, unido, impermeable hasta cierto punto. De pronto, llega a su pequeño universo un nuevo miembro. Julio y grita «Eh, vous les rouges faites moi une place!». Ante la llegada de un nuevo miembro, el grupo tendrá que decidir si lo acepta o no.
En medio del abismo que parece separarnos, llama la atención la percepción de dos realidades completamente opuestas. En cada una de las dos Venezuela, nosotros sus actores coincidimos en la sucesión de puntos en la historia aunque atribuimos a los mismos significados y lecturas no sólo distintas si no adornadas de un imaginario propio.
Una clave para comprender estas visiones y cómo se forman, es también la clave para llegar a un entendimiento y reconstrucción. Ernest Bormann en 1982 elaboró la teoría de la convergencia simbólica y sus implicaciones. A lo que se refiere la teoría de la convergencia simbólica es al conjunto de imágenes, historias y fantasías que se tejen en el imaginario de un grupo y que forman parte de la red que los une y los cohesiona.
Cuando vemos la polarización, vemos de un lado un grupo altamente cohesionado y otro grupo diversificado y fragmentado. Los grupos altamente cohesionados, están unidos y son interdependientes a una misma historia, una historia que han construido juntos. Parte del éxito del gobierno ha consistido en crear y apropiarse de ese imaginario, a través de ideas como «Chávez es como tú» o «con Chavez manda el pueblo» esas ideas unen al pueblo en torno al proceso revolucionario, al punto de que quienes apoyan el proceso piensan que antes de Chávez no había nada bueno, sólo cuarenta años de corrupción.
En el resto de la sociedad tenemos una diversidad dentro de ese imaginario, que cada sub grupo cultiva, por lo que la oposición tenía mucha dificultad a conectar entre si, porque si bien querían en apariencia la misma cosa, el discurso no lograba consenso y si ese consenso es prácticamente imposible establecer la lealtad y la fidelidad que existe en el oficialismo.
En principio y curiosamente el imaginario que comenzó a unir a la oposición vino también definido desde el oficialismo, al definirnos como escuálidos, también como viudas del capitalismo, neoliberales, vende patria, fascistas y ya de forma más reciente nazistas, el lenguaje oficialista nos atribuyó roles específicos en su ideario colectivo y avanzó en el proceso de sustituir nuestro ideario común. Los opositores también han acuñado con éxito algunos personajes en esta historia como las morsas, para referirse a los personajes que apoyan con aplausos todo lo que se decía desde Miraflores, los boliburgueses, sin embargo esto aumenta la brecha entre «unos y otros».
Sin embargo, quince años no pueden borrar doscientos años del ideario venezolano. Es allí donde debemos buscar. Entre los aciertos tenemos el rescate de la bandera, ya no nos vestimos de negro en luto por el país y las instituciones, ahora vestimos nuestro tricolor, con el mismo derecho que cualquiera. La gorra tricolor usada en la campaña de Capriles, fue según dicen un hurto al acervo chavista y es notable que ellos usen la misma gorra con un «4F» de diferencia. Iniciativas como @ComiendoArepa, @Psiquearte #PazDentro y @reconocernos son un conjunto de intentos que apuntan a la reconstrucción de nuestra convergencia simbólica.
Aun así, persisten trabas muy fuertes. Volvamos al caso de nuestros niños de quinto grado del primer párrafo, ellos que tienen una historia común con fantasías que han construido juntos y con hechos que han exagerado para fortalecer su alianza, difícilmente dejarán entrar amigos nuevos y esto traerá como consecuencia el pensamiento grupal (group thinking) lo que los lleva a «repetir como loros» ciertas ideas (verdaderas o no) pero que preservan la idea de grupo, porque pertenecer a ese grupo los hace sentir seguros. Por eso los dirigentes oficialistas vuelven una y otra vez al inicio, cada vez más fantasioso, exagerando aspectos de la historia común, presentando a Chávez como el salvador, como el guerrero y vencedor. Es muy importante saberse en el grupo de vencedores. Este es uno de los aspectos que más explota el discurso oficialista.
¿Por qué el hecho de ser vencedores y vencidos? Porque en nuestra cultura venezolana, en nuestras historias, tenemos un culto a quien con astucia saca partido y logra «vencer» aunque sea valiéndose de tretas y malas jugadas. Queremos ser los vencedores, todos. Por ello nos identificamos con nuestros líderes Bolivar, Betancourt, Chávez, etc, quién se acuerda ahora qué tuvieron que hacer para vencer. Los medios parecen importar tanto como los perdedores. Mientras los oficialistas sientan que están del lado ganador será difícil hablar de unión, porque reconocerse pasa por la aceptación de la existencia del otro y de la valides de sus argumentos aunque no los compartamos. Y en este punto todos tenemos una tarea pendiente.
Puede que Julio quiera entrar en el grupo de niños, pero él es nuevo y tendrá que evaluar sus estrategias para lograrlo. Podrá enfrentarse con David en una carrera y vencerlo y quizás se gane el respeto de algunos y el rechazo de otros, lo cual generará divisiones. Podrá asimilar las historias de los demás sin contradecirlas y proponerse pensar de igual forma para ser aceptado. O podrá buscar los miembros más receptivos del grupo e irse acercando, conocer las historias, disfrutar con ella y construir parte de la fantasía. Tomar de su propia vivencia aspectos que puedan apoyar las creencias de otros y tratar de entrar de una manera menos traumática.
Este es el aspecto que tenemos que apreciar del dialogo, porque el dialogo permite identificar los actores permeables y acercarnos. No hablo del dialogo de actores políticos, esto dejó de pertenecerles. Hablo del dialogo de calle, dentro de grupos polarizados, muchas veces pertenecientes a la misma familia o grupo de amigos cercanos. Tenemos que recuperar parte del imaginario compartido, recordar situaciones vividas juntos, aceptar puntos de vista diferentes sin sentirnos en la necesidad de ganar cada punto, conscientes de que lo que importa es el resultado final.
Y así como Julio logra hacerse un lugar entre los chicos de quinto grado, de la misma manera nosotros queremos reunirnos, aunque en el discurso oficial no aparecemos, o aparecemos desdibujados, disfrazados de un rol que no nos es propio, queremos reconocimiento y para ellos también estamos dispuestos a ofrecer algo a cambio. ¿Tú que estás dispuesto a hacer?