En psicología, la proyección es «un mecanismo de defensa que opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto».
Yo no creo que Chávez o Maduro hayan sufrido inconscientemente de proyección. Más bien me parece que es parte de una estrategia comunicacional que se aprovecha de la mala memoria del venezolano y el gusto machista que tenemos por la prepotencia. Esta estrategia, sumada a la desorganización y a la eterna ceguera de la oposición, han logrado hacer que el chavismo seduzca no sólo a los venezolanos sino a la izquierda internacional. Y no hablo de aquellos que se aprovechan del gobierno, esos que nos gusta describir como «enchufados» sino de aquellos que Chávez enamoró, esos que ven en todo esto un proyecto de amor y han creado una conexión emocional sincera. Lamento ser yo quien arruine siempre las fiestas pero eso es una gran parte de venezolanos y una muy buena de extranjeros.
Tras tantos errores, atropellos, pruebas de corrupción y de autoritarismo y tras quince años en el poder, el gobierno sigue generando empatía, cada vez menos, es cierto, pero lo sigue haciendo y es todo gracias a su forma de comunicar: a través de la proyección. Pero los estrategas chavistas no se limitan a utilizar sus propios errores para asignárselos a sus opositores sino que inteligentemente alimentan sus teorías manipulando tanto a quienes los apoyan como (y sobre todo) a quienes los detestan, poniendo trampas en el camino. Claro que esto no pasaría en un país cuyas instituciones fuesen sólidas o si la oposición no careciera de tan malos estrategas políticos.
El golpismo.
De las acusas más graves que leo en los periódicos italianos o españoles de izquierdas es que «la derecha» que representa a la MUD es golpista. Chávez llegó a describirlos como apátridas por haber atentado contra el país en abril 2002, un hecho cierto. Aquí está la trampa: algunos representantes de la actual oposición fueron parte del golpe y yo personalmente lo condeno pues no creo que a través de la violencia se logran un cambio social y Venezuela no necesitaba ni necesita un cambio político como uno social, y esos engaños de que a través del cambio político se logrará el social, se tumban con la Historia venezolana y latinoamericana, cuyos ejemplos de golpismo sólo han traído más golpes y no necesariamente han mejorado las condiciones sociales de sus países.
Así pues, el gobierno se aprovecha de este hecho para proyectarse llamándolos «golpistas», «asesinos» y «apátridas» una y otra vez, porque una verdad que se repita muchas veces será cierta, al punto de que los que como loros repiten esos insultos olvidan que esa boca que denuncia empezó su carrera política a través de un golpe fallido en el ’92, provocando muertes y atentando contra la Patria.
Los más eruditos en materia política o periodística que están en contra de esa derecha golpista, deciden simplemente no comentar nada sobre ese detalle. Los otros, un poco más pasionales, argumentan que el fin justifica los medios y aquí entramos en un tema muy turbio en nuestro sistema de Justicia: la Justicia es igual para todos pero depende.
Lo cierto es que cuando se habla con gente sobre el hecho de que Leopoldo López está preso, exclaman escandalizados «¡Pero es un golpista! ¿Cómo no va a estar preso?»
La violencia.
El discurso chavista desde el principio hasta el final está plagado de violencia. Puedes estar a favor del chavismo o no pero esto no es una opinión o un punto de vista. Durante el período Chávez todo el que se opusiera a Chávez fue llenado de insultos, desde los más pintorescos hasta los más crueles. Durante este período los colectivos criminales como «La Bombilla» fueron apoyados por dirigentes del gobierno. La única vez que Chávez perdió unas elecciones, decidió aparecer en televisión nacional a decir que la nuestra «era una victoria de mierda». Esto meses antes de haber aprobado la Ley RESORTE que impedía decir improperios en esos horarios y en televisión pública.
Con esto no digo que el discurso de oposición no llegue a la violencia por parte de algunos sectores pero la ley debe ser respetada por todos por igual y la moralidad de quien acusa ha de ponerse en discusión.
Esto debe venir de nuestro machismo porque tanto Capriles como Maduro han actuado igual en los llamados por la paz: por un lado quieren paz y diálogo pero uno le dice al otro por Twitter que es un imbécil y el otro dice en cadena nacional que su oponente fue violado por un gorila y lo llama «Chuky». Este uso indiscriminado de epítetos no es más que una forma de no reconocer al otro. Por eso lo grave de que se caiga en el mismo juego y hay dos formas de caer: 1) Insultando de vuelta como ha hecho tantas veces Capriles y 2) Reconociéndose en el epíteto, cosa que muchos «escuálidos», «pitiyankis» y hasta «Chukys» han decidido hacer por voluntad propia, llevando el discurso al nivel del gobierno.
Otro hecho grave sobre la proyección de quién es el violento es que produce impunidad en medio de tanto cambalache. Un caso evidente de esta semana fue la denuncia que hizo Winston Vallenilla, presentador de televisión chavista en su Twitter escribiendo directamente al Presidente. Al parecer, fue agredido en un restaurante. En menos de 24 horas los presuntos culpables fueron apresados. Estoy muy de acuerdo con que se haga justicia ante un hecho de violencia de este tipo. Lo que no estoy de acuerdo es que en un país donde la justicia esté llena de vicios burocráticos, donde el asesino de una periodista embarazada se vaya del país y dé entrevistas sin ninguna repercusión judicial, donde ha habido agresiones por parte de efectivos en contra de estudiantes, con pruebas en foto y video, en un país así, que el único que pueda tener acceso a la justicia sea un presentador de televisión que esté a favor del gobierno y se apunte con un dedo al «odio opositor por defender una idea» pero no se haga lo mismo con el odio de la soldado que se quitó sonriendo con malicia el casco para reventarle la cabeza a una estudiante con el consenso y la diversión de todos sus compañeros. Con eso no estoy de acuerdo y la única razón por la que se puede estar de acuerdo es gracias a este modelo propagandístico manipulador y por malicia, como la que tiene Winston, Diosdado y todos los demás que se han hecho parte de esto, porque no, señores, es muy sencillo y es hacerles el juego decir que se trata de la plata. No es sólo eso, es también odio, el sadismo que ha desarrollado el poder ilimitado al que han tenido acceso estos hombrecitos.
La violación a la soberanía.
El gobierno ha denunciado siempre la infiltración estadounidense en nuestro país a través de la financiación de partidos de oposición. Esto, sinceramente, no sé si es cierto aunque supongo que es altamente probable. En todo caso, si hay que denunciarlo, se necesitan pruebas, no opiniones, cosa que ha hecho siempre el gobierno: apuntar el dedo contra esa posibilidad, distrayéndonos del hecho de la violación por parte de Cuba a nuestra soberanía, una violación que es vox populi y que el gobierno ni siquiera intenta esconder pues, como me dijo un gran amigo chavista, «lo de Cuba no es una invasión sino una hermandad. Los yankees, por su parte, tienen un largo historial de meterse donde no les incumbe».
En este sentido, me parece muy bonito que nos impliquemos más en el proceso de unión latinoamericano pero eso es muy diferente a la violación de la soberanía sin ningún tipo de votación. Estoy en contra del Plan Cóndor como lo puedo estar de este plan castrista.
La guerra mediática.
No sé cuántas veces habré escuchado que la oposición vive en una guerra mediática en contra del gobierno. Se le ha acusado de controlar los medios, de abusar del poder comunicacional para atentar contra el Estado y de muchas otras cosas. Quizás es el punto más creíble que tiene el gobierno en el extranjero por esa superstición pequeño-burguesa que nos ha enseñado que «izquierda es buena y derecha es mala», ayudada por las infamias de los medios de la derecha. No hace falta más que ver FOX News, leer El Mundo o Libero para darse cuenta la ignorancia de algunos periodistas que contribuyen a demonizar las batallas sociales y vanalogriar a las causas que menos ayudan a la gente.
Pero el mundo ha cambiado drásticamente y los conceptos de derecha e izquierda no son tan claros como en los años sesenta y cambian de país en país de un modo muy particular, y por ello podemos ver actuar a gobiernos como el de Rajoy (orientado hacia la derecha) de una forma casi exacta al de Maduro (orientado hacia la izquierda) cuando se trata de protestas en las calles públicas.
Lo cierto es que los canales de televisión filo-gubernamentales son muchos más que los opositores y que los moderados (cosa que en Venezuela es cada día más difícil encontrar). Lo mismo ocurre con periódicos y radios. Y no sólo eso: la programación de los canales públicos está plagada y sin ninguna reserva de mensajes de Chávez o a favor del gobierno así como las horas al aire que estuvo Chávez, siendo el primer Presidente de la Historia en tener su propio programa de televisión. Aquí podemos hablar mucho sobre la defensa de la revolución pero los mecanismos de la democracia están hechos para que el Estado quede separado del gobierno de modo que el pueblo no pueda ser adoctrinado de ninguna forma y exista siempre la libertad de elegir (que no significa la libertad de votar).
Esto también es gasto público e imposición de ideas. Las cadenas es algo que también se evita hablar y los que conocen de la existencia de Aló Presidente fuera de Venezuela lo recuerdan con alegría y los que lo recuerdan dentro del país, no se han detenido a las consecuencias que pudo haber traído pues, ya ni lo denuncian. Chávez tenía carisma pero también un gran equipo detrás de gente muy preparada que sabía lo que hacía para venderlo. Los mismos que lo llevaron a decir «azufre» en Estados Unidos, a citar las citas precisas de los escritores precisos en el momento preciso, los que lo llevaron a convertirse en el primer Presidente en caminar por la alfombra roja de Venezia como protagonista del documental hecho por Oliver Stone, a quien luego contrataron por 18 millones de dólares para otra película que siguiera en la línea de adoración de su imagen.
En este punto hay muchísimas más cosas que tratar que podría hacerme escribir párrafos y párrafos. Mencionaré sólo algunas más que me parecen peligrosas y su denuncia inminente: se han transmitido caricaturas en las que Chávez va al cielo para educar a los niños sobre su pensamiento, se ha cambiado el Plan Educativo de la República politizando los hechos históricos y contándolos de forma muy parcializada, se ha adoctrinado a los militares y se ha negado la idea de la alternancia del poder.
Lo grave es que todas estas cosas no sólo no las dice la izquierda internacional sino que la oposición, bien sea por tener que vivir cada día con alguna nueva maniobra del gobierno, por hartazgo o guerras internas, se ha quedado atrás o más bien, vive el instante, mientras que el gobierno se atornilla transformando el pasado en el imaginario de todos, modificando detalles y recordándonos una y otra vez la grandeza de Chávez y la necesidad del chavismo.
La única forma de combatir este aparato propagandístico pro-gubernamental tan enroscado en las estructuras estatales es no cayendo en provocaciones (aunque suene repetido) y no dejar de denunciar los atropellos nuevos y viejos, no dejar de recordar el pasado, así como hace el gobierno, con pruebas, con nombres y apellidos, y a la vez, construir país, repartir conciencia, información veraz, sin «una fuente muy confiable», calmar las ansias del desespero y alejar a la gente de la ilusión de la salida fácil para que empiece organizarse construyendo una propuesta de país donde sea evidente la estrategia económica que se quiere seguir, punto por punto, y llegando a todos. Es triste, lo sé, pero en el fondo a la gente no le interesa cuáles artículos de la Constitución se están violando. Eso hay que decirlo y denunciarlo pero no hay que enfocar la fuerza allí sino en aquello que nunca se ha hecho: la propuesta. No la propuesta-baratija de «Quiero una Venezuela para todos» porque nuestras acciones en contra del chavismo nos delatan y se han dicho tantas mentiras que no creo que valga más la pena. En cambio, una propuesta económica clara, accesible a la comprensión de todos, que se entienda desde su principio hasta sus consecuencias a largo plazo. En esta propuesta tienen que entrar otros temas, por supuesto, pero la gran debilidad del gobierno ahora en la opinión pública es la economía y la seguridad, y es allí donde hay que atacar, mientras se evita la proyección del gobierno y sus trampas.
Todo esto es posible con más ciudadanos y menos políticos.
Giulio Vita
@elreytuqueque