No voy a escribir nada original ni nada que no se sepa. Mi intención es dejar un testimonio para el futuro, ya que somos de memoria corta y la dinámica endemoniada del país hace que los hechos de un día opaquen a los del día anterior. Acontecimientos de nuestro pasado reciente ya están borrosos en mi memoria, como los días post paro petrolero y las guarimbas de 2004, así que me permito redactar estas notas que seguramente serán para mí, para releerlas dentro de unos años y poder tener un punto de comparación.
Ya vamos para dos meses de protestas en el país, protestas que comenzaron en el estado Táchira con la exigencia de mayor seguridad en los campus universitarios tras el intento de violación de una muchacha, y que gracias al desinterés del gobierno en dar respuestas – por el contrario, trató de acabar con los reclamos utilizando una represión desmedida – comenzaron a tener eco en todos los demás estados del país. Ya se protesta abiertamente en las principales ciudades de Venezuela, y los motivos son variados y todos válidos: la inseguridad, la escasez, el altísimo costo de la vida son las banderas que ondea la colectividad, harta de los malos manejos de un régimen que se nota incapaz de resolverlos. Dos meses después los números asociados son escalofriantes: cerca de los 40 muertos, más de 2500 detenidos, innumerables denuncias de tortura y maltratos.En Panfletonegro comenzamos a documentar las muertes, pero llegó un momento en que se perdió la pista por la profusión de asesinatos y se volvió una tarea inmanejable. Por otro lado hay evidencias gráficas a mares, en donde aparecen los grupos paramilitares codo a codo con las fuerzas de control del orden público. Y escenas francamente atroces, como las recogidas en la UCV, en donde después de apalear a los estudiantes terminaron de vejarlos al dejarlos desnudos.
Los estados más aguerridos, y los que han recibido la mayor respuesta por parte del régimen, son los que dieron inicio a la situación, los andinos Táchira y Mérida. Al primero se le está dando el tratamiento que se le daría a una nación hostil, con sobrevuelos de aviones de guerra y una arremetida militar desproporcionada. Pero no son los únicos, en la práctica todos los estados con poblaciones importantes han dado muestras de descontento y apoyo a sus hermanos andinos.
Hay zonas de la capital que sufren un acoso constante y permanente, como lo son Chacao, Altamira y Santa Fe. Pero el resto de la ciudad no se salva, y urbanizaciones como Terrazas del Ávila, Palo Verde, El Marqués, Macaracuay, Los Ruices, Caricuao, El Paraíso, entre otras, han recibido la visita gaseosa de la GNB y la PN. Pareciera que el objetivo es aterrorizar a la población para extinguir las protestas. Y como todo en este país, la indefinición es la norma: no hay ni toque de queda ni suspensión de garantías formalizado a través de los canales regulares, pero los miembros del orden público actúan como si así fuera, allanando hogares, deteniendo de manera aleatoria a cualquier persona que les parezca sospechosa, revisando automóviles.
Esta mañana arremetieron contra la zona de El Cafetal. Como miembro de esa comunidad, en el aspecto laboral, puedo decir que en efecto la radicalización del sector es muy pronunciada. La intersección con Caurimare tiene más de una semana trancada, lo que obliga a dar largas circunvalaciones por las montañas adyacentes para poder llegar a la oficina. Aunque resulta fastidioso el trayecto, se entiende que hay una motivación poderosa para actuar de ese modo, y uno termina aceptando la situación. Pero ya desde hace varios días se estaba corriendo el rumor de que la guardia tenía pensado arremeter contra la zona, y que lo haría implacablemente. Y fue así: a la hora en la que escribo estas líneas hay un asedio total, parecido al aplicado a Chacao y Altamira. Las imágenes de tanto verlas se nos tornan todas parecidas, y si no fuera por algunos elementos arquitectónicos no podríamos diferenciar el lugar de las tomas.
Hoy es domingo, día que tradicionalmente se dedica al descanso, de poco tránsito. Tal vez por ello fue el elegido para acabar con las protestas del lugar. Veremos como amanece mañana El Cafetal. Conociendo lo aguerrido de la población supongo que las protestas no cesarán, por el contrario se verán incrementadas. Es que el gobierno parece no haber asimilado que cada acción represiva que toma va a tener una reacción inmediata.
Mientras tanto la vida sigue, sigue en caída libre. Visitar los automercados, una de las principales actividades de los venezolanos en estos días, es una tarea deprimente por partida doble: la escasez de productos básicos de la dieta ya es crónica, y el precio de los artículos que sí se consiguen es escandaloso. El pescado ya es un animal sagrado, sólo los potentados pueden adquirirlo. La carne y el pollo regulado ya rayan en lo mitológico, por otra parte. Lo que se consigue se paga al precio que haya determinado la cadena de distribución bajo la mirada cómplice e indolente de los organismos que deberían velar por la aplicación de las regulaciones. Creo que en el fondo están aceptando que es imposible regular los precios en una economía tan inflacionaria como la nuestra. Otro rubro muy afectado es el de los repuestos automotores y electrodomésticos: el venezolano reza para que la lavadora no se estropee, o para que la batería del carro aguante un mes más. De lo contrario le supondrá horas de visitas a diferentes casas de repuestos de la ciudad, sin la menor garantía de encontrar lo que está buscando.
Esta situación no es sostenible por mucho más tiempo. La gente está realmente cansada y quiere un cambio, cosa que por otra parte no es la intención del gobierno. En algún momento se producirá un punto de quiebre; cómo será, no está dentro de mis capacidades predecirlo.