Han pasado unos cuantos milenios desde que el hombre es hombre, conociendo la paz como una simple muestra de la armonía que podríamos tener entre todos los humanos y el resto de la naturaleza, pero definitivamente, no la ha conocido como un modo de vida, como un simple hábito de convivencia personal, social, absolutamente beneficioso para cualquiera. Somos formados como soldados de esta sociedad, bajo preceptos históricos donde la violencia ha sido determinante para lograr lo que «tenemos» hoy en día, donde nuestros héroes matan a miles de personas en una pantalla mientras un montón de gente come cotufas y bebe refrescos en una gran sala de entretenimiento. Dependiendo de dónde se nazca, siempre hay un prejuicio racial, cultural y/o socioeconómico adaptado a la medida del contexto donde se viva, siempre hay que odiar a alguien, la historia nos cuenta cómo ése ha sido un hecho constante a través de guerras y momentos álgidos. Odio hacia negros, chinos, judíos, palestinos, comunistas, socialistas, fascistas, el que te lleva la contraria; en fin, a enemigos inventados, ese odio transmitido por generaciones, a través de los niños, los humanos con más potencial. Parece que siempre hay alguien que se encarga de ensuciar toda la pureza con la que vienen a este mundo, haciéndoles repetir alguna filosofía como doctrina, sin permitir que cuestionen ni analicen, sólo que repitan. Hoy se bombardean y destruyen más mentes que ciudades.
Por estos días es muy normal escuchar en las calles de Caracas a personas hablando de cosas de las que no tienen la menor idea, sólo repitiendo algunas palabras que han aprendido en televisión, radio, periódico o redes sociales. Se pelean entre ellos, defendiendo con agresiones a una supuesta verdad absoluta, sin ningún tipo de apertura ni respeto por lo que pueda pensar el otro, más bien las ofensa y la violencia rigen la partida. Algunos hasta proclaman una guerra a muerte. Esas son demostraciones de alienación que estas personas hacen ver cada vez que dejan reposar sus esperanzas en algún mesías, manifestando que alguien más tiene que ser capaz de resolver sus problemas, porque ellos no lo son.
Si debemos utilizar para algo la historia, es para aprender de ella, no para repetirla. Ella nos ha mostrado una lista de sangre, deslealtad, corrupción y odio sin precedentes en la vida del planeta. Veamos nuestro joven reflejo en el espejo de Europa y países de otros continentes, no tenemos por qué repetir su historial de guerras y muertes sin sentido. Si algo demostró el siglo XX es que ningún sistema político que se haya inventado es perfecto, mucho menos los radicales y extremistas. La gran mayoría de los actos mesiánicos que se esperaban, terminaron en absolutismos, totalitarismos, persecución, guerras, campos de concentración, etc. Se notan más similitudes que diferencias entre regimenes como los de Hitler y Stalin, aún cuando son considerados por muchos como diametralmente opuestos. Sin embargo, hoy el metro, las camioneticas y el Facebook están llenos de personas llamando a la intolerancia, a la violencia, a un punto de vista unidireccional, donde sólo su opinión importa y los demás no son dignos de ser escuchados ni respetados. Están dispuestos a pasar por encima de los derechos de quien sea con tal de lograr un propósito que, para ellos es el deber ser. Pero no se dan cuenta de que las últimas elecciones presidenciales no mostraron más que a dos mitades casi exactas que se enfrentan. Ninguna mitad -en los términos que manejan hoy día- va a permitir que la otra gobierne en paz, no hay tregua, no hay tolerancia. A lo sumo, el mayor logro sería que una mitad se imponga ante la otra, ¿es ésta la verdadera solución? lo próximo sería ubicar terrenos para establecer campos de concentración y paredones, si es que ya no existen en nuestras tierras. En este punto, no importa si viene el mismísimo Dios a gobernar, cada mitad lo interpretará a su manera y probablemente lo crucificarán o le pegarán unos tiros, porque buscan sus respuestas en la filosofía radical y obsoleta de tendencias políticas que ya fracasaron.
Estamos a tiempo -pero en la raya- de replantear nuestros objetivos, en este país y en el mundo se está poniendo mucho en riesgo; parece que lo que nos muestra la historia no ha sido suficiente y, nos costará un par de ensayos más encontrar la vía correcta. Con la esperanza de que esos ensayos no signifiquen la definitiva extinción del ser humano o hasta del planeta entero. Es absurdo seguir viéndonos entre nosotros mismos como enemigos, sin darnos cuenta de que quienes nos dirigen y nos dividen sólo buscan el beneficio propio, pues, toda la arenga del proletario luchando contra quienes los explotan, o las promesas nacionalistas de desarrollo industrial y económico, al final son viles discursos excluyentes, donde alguien siempre queda marginado para luego ser visto como un delincuente y hacerle pagar por crímenes originados por la negligencia de un sistema que ya va en decadencia. luchar por la destrucción es el pan de cada día, lo correcto, odiar a los «malos» y aniquilarlos a cualquier costo. En cambio, luchar por la vida misma y preservarla, no es más que un pensamiento romántico, idealista, utópico y hasta hippie ante los ojos de quienes han crecido con la fe ciega en la violencia y la guerra como estandarte de la paz, paradoja totalmente válida y adoptada como verdad absoluta por quienes han sido «debidamente formados» bajo los preceptos de este sistema social que nos disminuye como individuos. La lucha por la verdadera paz sólo va a ser exitosa cuando exista verdadera unión entre cada persona, cuando nos demos cuenta de que son más las cosas que nos unen que las que nos dividen, pero tenemos que entenderlas primero. Esa lucha está a la vuelta de la esquina, si es que queremos emprenderla y romper con el ciclo histórico de violencia y sangre.
Fahil Flores
Generación del 14
@Gdel2014