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Diálogo

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Existen infinidad de razones para no dialogar, tantas otras para hacerlo.

Desde que empezó esta etapa del conflicto he sostenido que cada quien debe ejercer su rol, que la causa requiere de varios frentes de batalla que solamente en apariencia son excluyentes. Pues el diálogo y la negociación política es, querámoslo o no, uno de ellos.

La legítima lucha en la calle, la pacífica y la que recurre a la violencia en defensa propia (en sentido amplio), le parezca o no a algunos la mejor solución, es parte de ella. No porque lo diga yo, o porque me guste a mí, o a algún porcentaje de encuestados, sino porque es inevitable. Tenemos una necia tendencia a interpretar la compleja realidad en términos casi unidimensionales. La calle no es toda la solución, sería una insensatez afirmar esto, e igual sucede con la vía electoral, el diálogo y la negociación. Cada una de estas dimensiones, por sí sola, falla en ofrecer una perspectiva viable, completa y sostenible para la grave crisis venezolana. Un plan o un escenario que se base exclusivamente en alguno de estos frentes raya en lo absurdo y en cualquier caso no se corresponde ni se corresponderá con la realidad.

Vemos hasta el cansancio a la MUD llamando radicales a los guarimberos y desconociéndolos y por el otro lado los guarimberos llamando a la MUD entreguista y también desconociéndola. Ambos fenómenos son una pérdida de energía que dispersa la atención y los recursos hacia nuestra propia frustración y sabotaje en vez de enfocarlos hacia erosionar la dictadura. El verdadero colaboracionismo es empeñarnos en erosionarnos a nosotros mismos y no al régimen.

Creo que esto es tan solo un reflejo de querer comprender la complejidad de los procesos sociales en términos unidimensionales. Unidad no es pensar de la misma forma ni hacer todos lo mismo. No es un plan diseñado por unos sabios omniscientes que debe ejecutarse militarmente por peones de distinta gradación como quien desde un podio dirige una orquesta perfectamente armónica. Esto es una fantasía socialista, un fetiche imposiblemente planificador ante una rica, complejísima e incontrolable realidad social. La calle no es ni puede ser una comisión de la MUD; al igual que generar costos, lograr visibilidad y presionar por una salida desde la calle no se puede materializar en nada sostenible sin la actuación de operadores políticos.

La Unidad es un conjunto de voluntades con una nebulosa apenas más o menos común de propósitos y procedimientos. Entenderlo de otra manera es producto de alguna necesidad psicológica que no viene al caso pero que vale la pena que cada cual se revise. La MUD es tan sólo el brazo político de esta unidad, no es la unidad. La lucha en la calle no es para todos y además entra en contradicción abierta con un discurso del brazo político que intenta ampliar la base de apoyo popular a la causa, en rincones donde lo que pasa en la calle es contraproducente. Un discurso que aunque planteado en términos con los que no coincido mucho, es necesario para hacer sostenible una salida.

No son por lo tanto compatibles, en un plano formal, la estrategia de la MUD con la estrategia de los guarimberos, exigirlo es perder el tiempo y lograrlo sería un grave error. Lo contrario, las calles vacías y la gente en los balcones con las cacerolas preparadas para el permiso de Capriles es tan ofensivo a la dignidad propia como utópico. Y recalco la incompatibilidad “en un plano formal” en un sentido en el que si alguien dirigiera la ejecución de un único plan, ambas estrategias no cabrían en el mismo. Pero ya dije que esta pretensión es poco más que infantil…

Por muy complejo que pueda sonar, estas dos vías formalmente incompatibles se necesitan y retroalimentan la una a la otra. Pero para esto es imperativo que comiencen por reconocerse y ajustar su comportamiento en función del otro. No habría oportunidad para el diálogo de no haber habido guarimbas en los últimos dos meses. Tampoco, si el diálogo llevara a una negociación, sus resultados, de naturaleza estrictamente política, podrían conseguirse nunca desde la calle. El reto y la clave es que cada sector aprenda a manejarse en función del otro y para el otro, pero nunca en contra, como lamentablemente seguimos viendo hoy. Jamás pretendiendo criminalizar e imponerle al otro su perspectiva como la única salida posible y fuera de ella solamente la traición, el colaboracionismo o el eco del “golpismo” del 2002.

No se sale de esta crisis con un país de guarimberos y mucho menos con un país de políticos, se sale con el concurso de estos dos brazos. Necesitamos del aporte de políticos especializados, concentrados en dar la cara a todo el país (todo) y de guarimberos comprometidos, motivados y enfocados en la lucha por valores innegociables. Es como guiar a un barco en un río con dos cuerdas desde orillas opuestas, sólo jalando en direcciones distintas es que puede lograrse que el barco avance a buen puerto. Triste es saber de antemano dónde se quedaría el barco si los de una orilla le reclaman a los de la otra que dejen de jalar en la dirección que les toca.

¿Diálogo? ¿Negociación? Claro que sí. Hasta en las guerras más cruentas con el enemigo menos confiable no debe descartarse jamás el diálogo así sea infinitesimal la posibilidad de evitar daños mayores. ¿Peligros? ¿Trampas? ¿Dar legitimidad a la dictadura? Son riegos y temores todos muy legítimos que deben tenerse presentes en cada paso. Por eso la calle no debe detenerse. Por eso es bueno que la calle no sea una comisión de la MUD y que esté completamente fuera de su control. La calle y las redes sociales, no la junta directiva de la MUD ni dos canales de televisión al servicio de esta y que ya no existen, serán los jueces de ese diálogo.

¿Diálogo? Absolutamente, siempre que se intensifique la calle y desde esta se esté atento a lo que se discute. Sin la presión y la contraloría de la calle el diálogo está condenado al fracaso y muy fácilmente se desviaría hacia una burla, pero es que además sin la calle sencillamente no habría diálogo. Veamos hasta dónde puede llegar el brazo político, en qué puede contribuir este con la causa desde el diálogo. Desde una calle que la MUD no controla habrá que darle fuerza en su mesa y desde esa misma calle juzgar si es admisible o no el resultado de las conversaciones y presionar a ambas partes hasta que lo sea. Ya no es pertinente discutir si confiar o si entregar o no un cheque en blanco al brazo político opositor. Mientras la calle tenga vida propia esto ya no es un dilema. La calle es la condición necesaria para que de esa mesa de diálogo resulte algo compatible con la voluntad de la gente de a pie, la gente de las redes sociales, ciudadanos sin compromisos políticos, sin cargos y sin presupuestos públicos.

Cada quien debe preguntarse más cómo desde su trinchera colabora a la causa y menos en cómo destruir la trinchera del compañero de al lado.

 

Luis Luque Santoro

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