El Gabán

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"El Gabán", Teatro César Rengifo. Foto: Donna Caminos

Una fuerza reside en las alturas. Los cielos son su reino. Es el élan de los vientos y las tormentas, de espíritus y dragones alados. Desde esa infinita extensión advierte la existencia de la tierra, un elemento distinto al que habita. Vasta, pero sólida y finita, la tierra es el hábitat del hombre. El hombre lleva tiempo en el mundo, tiene herramientas, atuendos e instrumentos; es músico y chamán, ha aprendido a crear ilusiones, es capaz de espejismos sutiles, como hacer que la tierra parezca leve, semejante a un manantial de esporas, o a un paso de nubes, el tipo de visión que se requiere para atraer a un nómada del aire. El músico-chaman oficia su ritual con el auxilio de maracas, da la bienvenida a ese navegante de los aires ofreciéndole un calzado particularmente ligero y sutil: las alpargatas… Para las entidades del aire, poner los pies sobre la tierra no es algo fácil, sino un choque agreste y violento con un elemento desconocido y, en cierta medida, hostil. Mas, en la polvareda de ese remoto instante, de esa primigenia dis-locación entre nomadismo y sedentarismo, entre errancia y permanencia, surgirá el ritmo, el lenguaje y la psique del gabán, una de las expresiones más fecundas de la música llanera venezolana.

Realizado bajo la dirección de Juliana Mendonça, “El Gabán” de Eric Urriola y Raíz de agua es una obra extraordinaria. En lo que va de siglo, pocas expresiones de nuestra cultura nacional han llegado a alcanzar semejantes niveles de refinamiento, exquisitez y universalidad. Tuve la oportunidad de ver a Eric representando su “Gabán Solo” en la inauguración de la Sala DelArte. De inmediato pensé que él hubiese sido muestro representante ideal en Pina, el documental de Win Wenders galardonado al Óscar en el 2012, porque su propuesta está anclada en el paisaje, la fauna, el imaginario y la cultura de nuestro país. Pero lo de él no es sólo talento y olfato, también es cuestión de pasión, disciplina y rigor académico: su tesis para obtener el título de Licenciado en Letras versa sobre el gabán llanero, es decir, Eric lleva años en una búsqueda que lo ha llevado a atesorar cierta revelación de Saint-John Perse: “de todos nuestros consanguíneos, el pájaro es el de vivir más ardiente”.

"Alpargatas del Gabán". Foto de Eric Urriola

“El Gabán” de Eric Urriola y Raíz de Agua es universal pero raigalmente venezolano. En esa puesta en escena hay detalles pletóricos de significado para quienes vivimos en este país. En principio, no es casual que Jorge Espinoza se valga de las maracas para invocar a la poderosa fuerza del aire. Ese instrumento es de vieja data en estas latitudes, se sabe de uso en rituales aborígenes a lo largo de nuestro continente, pero Juan Ernesto Laya, el intérprete que ha apostado por realizar un disco con las maracas como instrumento solista, es venezolano. Además, para asumir el rol de músico y chamán Jorge Espinoza se tercia una ruana. Al hacer esto adquiere el semblante del personaje que se granjeó lugar preeminente en la iconografía venezolana cuando el pintor trujillano Salvador Valero pintó “La mudanza del Encanto”. Finalmente, cuando vemos que el músico-chamán-arriero de encantos ofrece un par de alpargatas a esa entidad que dentro de poco irá a tocar tierra, es inevitable que recordemos un viejo refrán: “A amarrarse las alpargatas que lo que viene es joropo”. ¡Y así es! Con todo, el joropo interpretado por Jorge Espinoza y Charlie Caminos es ternario, como lo exige el canon musical vernáculo, pero también electrónico, es decir, de unas coordenadas rítmicas e instrumentales capaces de decantar un lenguaje contemporáneo a partir de aquello que la música venezolana tiene de mítica y telúrica.

He disfrutado de “El Gabán” de Eric Urriola y Raíz de Agua como lo que es: un relato magnífico, de admirable vigor, densidad discursiva y riqueza simbólica. Quienes hemos asistido a la puesta en escena de “El Gabán” hemos tenido el privilegio de presenciar una obra maestra.

1 Comentario

  1. Muy ciertas estas palabras, los que hemos tenido la oportunidad de compartir con el gabán podemos decir que su puesta en escena no es más que el vivo reflejo de lo que es su alma.

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