UNA POLÍTICA HIPÓCRITA, UN CIUDADANO…

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De acuerdo a la Real Academia Española, se define como hipocresía el fingir creencias, pensamientos, sentimientos y posiciones que realmente no se tienen, no se siguen ni se pretenden. Durante sus charlas en el MIT, el importante lingüista Noam Chomsky definió la hipocresía como la negativa a aplicar en nosotros mismos los valores que aplicamos en otros. En el contexto que veremos en breve y, respetando los alcances de las definiciones anteriores, diremos que la hipocresía existe cuando se expresan juicios de valores de un hecho o cualidad de acuerdo a la conveniencia propia que las circunstancias determinan.

De modo que, cuando vemos a políticos argumentar con vehemencia lo incorrecto del proceder o los resultados obtenidos por política de su oposición y luego, a la luz de evidencias comprobadas, los vemos acreditarse logros y vanagloriarse ante hechos similares, podemos alegar que esa política es hipócrita. En este momento su mente trata de estructurar esta definición e inmediatamente se hace de ejemplos, de hipócritas y, esa lista es muy larga. Pues evite una jaqueca ya que quiero contarle más.

Hasta aquí esa hipocresía pudo ser un impulso instintivo, un error por omisión, ignorancia o por simple accidente. En todo caso se trataría de un asunto puntual o casual. Sin embargo, cuando nos encontramos con que esta situación es recurrente, que lleva años como política que se ha institucionalizado en el país, tanto de quien ejerce el poder como de quién hace oposición, no podemos hablar de un asunto aislado sino de una situación sistemática. De una política sistemáticamente hipócrita.

Así nos encontramos con políticos que reclaman la paz y por otro lado arman a grupos anárquicos, se magnifican supuestos hechos de corrupción por políticos contrarios pero se ignoran, y hasta justifican, hechos similares por dirigentes del propio partido, se ven enormes e inhumanas colas para adquirir alimentos y se dice que hay poder adquisitivo, se critica y cercena a la empresa privada mientras ellos dominan las más importantes firmas del consumo productivo del país, se califica a USA de “imperialista y capitalista” pero les encantó la foto con el ratón Mickey, acusan a los “raspacupos” de una calamidad económica nacional mientras no pasa nada contra aquellas empresas fantasmas que se llevaron 20.000 M$ y que las conocen bien. Y aquí la jaqueca es inevitable, pues esta lista sí que es bien larga!

Pues bien, si una política sistemáticamente hipócrita se implementa y se sostiene en el tiempo, es porque esos ciudadanos aprenden a hacer vida con ese modelo, lo que hace inevitablemente, conscientes o no de ello, que esos individuos compartan valores hipócritas. Resulta peligroso cuando las personas no son conscientes de una hipocresía sistemática ya que esta es reforzada por el compartir de su grupo social como una actividad cotidiana, correcta y necesaria. Se requiere de un gran esfuerzo mental y de mucha dosis de racionalidad para reconocer esta condición ya que, los grupos sociales tienen por característica justamente eso mismo, se refuerzan en su actitud y en ese circuito contraproducente pueden perdurar hasta que finalmente ocurre un cambio notoriamente brusco, una ruptura dramática que marque indiscutiblemente un antes y un después en cualquiera de las variables relativamente estables que sostenían a la sociedad, como bien pueden ser la economía o los hilos de la convivencia social.

¿Pueden individuos hipócritas convivir? ¿Puede una sociedad así identificar los problemas que le zozobran dando con las mismas causas? ¿Pueden ciudadanos hipócritas reconocerse y encontrar conciliación? Cuando el hipócrita convencido sólo escucha su verdad y la de su grupo social tiende irremediablemente a aferrarse a ella. Así se convierte en un fanático ya que su ego estará identificado con sus verdades y en ese terreno resulta imposible reconocer fallos y errores en los argumentos propios, pues es el Yo al que se hiere cuando se escuchan argumentos contrarios. Este circuito vicioso resulta cada vez empeorarse ya que los individuos por naturaleza de supervivencia y protección buscarán las fuentes de información que les brinden seguridad y piso emocional, en otras palabras, delegarán la verdad en un tercero (los invito a leer mi artículo anterior “La diferencia entre tener pueblo y no”). Sólo escucharán lo que quieren oír, ya que así, su burbuja de invulnerabilidad se reafirma aunque sea una infame mentira.

Las respuestas a las preguntas del párrafo anterior, lamentablemente son negativas. Dos individuos hipócritas están condenados al enfrentamiento, hasta que la individualidad de uno de ellos quede aniquilada o ambos se vean frente al precipicio y se vean obligados a rectificar sus prejuicios y corregir sus definiciones. ¿Qué podemos hacer? O elegir nuevos hipócritas que nos implementen una nueva política o, reconocer que nuestras ideologías y creencias siempre estuvieron muertas en el tiempo, que de nada sirven ni servirán y que debemos como individuos evolucionar coherentemente en nuestra percepción de la realidad sin prejuicios ni condicionamientos. Sea de la índole que sea, sus prejuicios y condicionamientos lo llevarán al escabroso camino de la hipocresía. Cuídese de ello y evite el colapso.

Ah! En el título, Los puntos suspensivos los completa usted.

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