EMPEÑADOS EN DECRETAR LA PAZ
El concepto de la Paz, visto como un estado definitivo donde sólo existe el gozo, el disfrute y la ausencia de sufrimiento, no sólo no existe ni ha existido algo similar sobre la faz del planeta sino que su realización resulta tan extraordinaria e irrealizable como cuan inconscientes somos de nuestras fantasías y sueños idiotas.
Si alguien pretende la paz del párrafo anterior, la mejor opción que tiene es el suicidio. Sólo así alcanzará esa paz definitiva y en total equilibrio que tanto la habrá reclamado a la Divinidad y sus Dioses. Por el contrario, todos los sistemas se basan y se definen de acuerdo a sus interacciones entre las distintas partes que lo constituyen pudiendo llegar a situaciones de equilibrio dinámico en la que el sistema se manifiesta como un estado relativamente estable, pero que lejos de estar estático o inerte está en continuo intercambio de energía e información: redefiniéndose en cada instante.
Haciendo un breve repaso de un par de conceptos sobre la paz nos podremos dar cuenta que esta noción ha caído en degeneración tras generación en el dominio popular, convirtiéndose en el títere del espectáculo que entretiene a la podredumbre intelectual de nuestra civilización. Desde la ancestral sociedad oriental ya se conocía con impresionante desarrollo el concepto de la Paz: En el I Ching, “el libro de las mutaciones”, texto que comenzó a fundarse y a ampliarse durante la dinastía Zhou hace más de 3000 años (1200 a. C), se expresa que la paz no es contraria al conflicto, sino que a través de éste y del correcto balance de todas las fuerzas se logra la cohesión y el mismo se transforma en armonía. Lo opuesto a la Paz es el Estancamiento.
Por su lado, Johan Galtung definió el concepto de paz positiva y paz negativa, siendo la primera la integración social y participación de los pueblos y la segunda como la integridad física. De este modo, la violencia puede ser indirecta (o estructural) como la pobreza, hambre, discriminación social, injusticia (ausencia de paz positiva); o directa (personal): criminalidad, hampa, disturbios, guerras (ausencia de paz negativa). En el fondo, esta idea corresponde a definiciones de paz y por tanto violencia, las cuales resultan ser universales al ser humano independientemente de las razas, el tiempo y sus culturas.
Las definiciones anteriores definitivamente han caído en el olvido en el caso de una y, en el completo desconocimiento en el otro caso. De esta manera que la Paz no es una definición única ni definitiva y en este orden de ideas sólo le resta a las sociedades identificar las distintas formas de violencia estructural y con ello la definición de paz es inmediata. Así, la paz es un concepto no sólo relativo a las sociedades sino al tiempo que las circunstancias determinan, a su Zeitgeist. Las sociedades son las únicas responsables de redefinir “su paz”, sentarla y sostenerla, lo cual implica un interminable cambio, transformación y redefinición. En este sentido, debe existir un comportamiento recíproco entre la definición y los depositarios conscientes de ella: los humanos y sus ecosistemas, tiene que ser un ente vivo que evoluciona y trasforma su entorno en su impredecible camino de la transformación.
Muchas instituciones se han dado la tarea de realizar esta definición en lugar de los pueblos mismos. Lamentablemente todas nacen maculadas por condicionamientos ideológicos y dogmáticos o por intereses sectarios, con lo cual no se definió ninguna Paz sino un sistema concebido para controlar a las masas sociales. Debiera uno preguntarse en este punto, si esto es así ¿Tendríamos que creer en las definiciones de Paz de estas instituciones, sean de naturaleza política, ideológica o religiosa?
Uno ve con tristeza los decretos de Paz que escuchamos de nuestros políticos como la más clara intención de no querer reconocer los conflictos para su consecuente transformación, decretos tan infértiles y necios que sólo debieran recordarnos lo poco o nada que debemos creer en los voceros de tales infames instituciones.
Lamentablemente en nuestras sociedades occidentales, la paz se ha definido como comodidad, en la que los individuos se ignoran unos a otros a la espera del confort y que las tristezas ajenas no te afecten, del vicio y del placer, todas como expresión de estancamiento para beneplácito del estatus quo y de todos aquellos que se benefician de nuestra ignorancia colectiva. Y no se trata de que la comodidad o el confort no tengan importancia pero no pueden ser el objetivo ni mucho menos ser lo más importante. Así que si usted quiere la paz, su única opción es dejar el patio y el televisor, redefinir el concepto de la paz (y a su vez usted mismo con este concepto) y por supuesto, transformar sus instituciones para preservar la misma.