A Jorge Rodríguez, Alcalde del municipio Libertador, le gusta el cine. Hace poco montó una película de espías, cual Alan J. Pakula del subdesarrollo, mostró correos, grabaciones y acusó a María Corina Machado de ser la femme fatale de un plan para asesinar al Presidente.
Pero el cine que más le gusta a Rodríguez, es el venezolano. Desde hace rato es quien mueve los hilos detrás de la plataforma.
Todavía recuerdo cuando hace meses se presentó el documental Corazón de Caracas, una película frívola y cursi sobre la ciudad capital, con cuñita a la Misión Vivienda incluida, y con una censura muy obvia a los verdaderos problemas de Caracas: la inseguridad, la violencia, la pobreza, el desorden vehicular, la buhonería, todo quedaba eclipsado por la mano pangola de Simón Toro, quien entregaba un encargo a la medida del Alcalde Rodríguez, acusando al pasado de todos los problemas de la urbe. Los testimonios de los empleados de la alcaldía de Caracas, así como algunos líderes de pase del PSUV (llamados “comunitarios”) conforman el grueso de las entrevistas. “A Jorge Rodríguez, capitán de este barco invisible”, se leía en los agradecimientos del filme.
Fue ese el primer paso de lo que ocurrió después. Primero, la designación de Jorge Antonio Gómez como nuevo presidente de La Villa del Cine, en sustitución del nefasto José Antonio Varela. Luego, el traspaso de La Villa al Ministerio de Comunicación e Información (MINCI). Posteriormente, el traspaso de Amazonia Films, la distribuidora del Estado, también a manos del MINCI. Y si los pronósticos se cumplen, el CNAC, pronto, pasará también a estar manejado por la hermana de Rodríguez, la Ministra de Comunicación e Información, Delcy Rodríguez.
Así, los Rodríguez se convierten en los nuevos capitanes de un barco muy visible: el de la plataforma cine devenida en plataforma propagandística de gobierno. Aunque, seamos honesto, en la práctica esto ya era más o menos así, pero se mantenían algunos espacios de apertura.
Ya ni siquiera se guardan las apariencias: Anteayer el Municipio Libertador otorgó sus premios municipales, donde la cinta de Toro arrebató el premio a “mejor documental”. Algo nada extraño si tomamos en cuenta que los premios municipales de literatura son otorgados también, desde hace años, a los libritos del Perro y la Rana, o Fundarte. Así la Alcaldía se paga, se da vuelto y vuelve a cobrar.
Es poco lo que se puede esperar del régimen de los Rodríguez al frente de la plataforma del cine. Ya en unos meses se realizará el Festival Internacional de Cine De Caracas, que junto al fracasado Festival Internacional de Margarita, será otro intento del gobierno de erigir su versión vernácula del Festival de Cine de La Habana. Al Alcalde Rodríguez, por cierto, le encanta un festival, una feria; ya por aquí hemos reseñado muchas veces su vergonzosa feria del libro. El Alcalde tiene su propia versión del Festival Internacional de Teatro, y pronto tendrá su festivalito del cine, para seguir presentándose como un Alcalde interesado en la cultura, aunque la verdadera cultura, esa que transforma la vida de las ciudades, haciéndolas más humanas, no le interesa. De ahí que tengamos festivalitos de todo, pero Caracas sea cada día más sangrienta y violenta, más invivible, más hostil. Estos cirquitos del burgomaestre capitalino, no humanizan ni hacen cultura, sólo entretienen y tapan el desastre.