“Habla con tus hijos … Ofréceles futuro”. Así termina el video que nos ayuda a tomar consciencia sobre el embarazo precoz. En un nivel, la estrategia funciona muy bien; nos confronta con la realidad. En otro nivel nos deja a medio camino; deja al espectador impotente, con la obligación de hacer algo que en principio no quiere hacer: “ya sabes que las niñas, en cuanto se desarrollan, podrían quedar embarazadas. Haz algo para evitarlo”.
Para ser justos, debemos decir que muchas madres hablan con sus hijas (los padres por lo general no se meten en eso), pero lo hacen de la misma manera escueta en la que el video intenta transmitir su mensaje. La madre amenaza “mosca con una vaina carajita” y la hija, oh sorpresa, sale preñada. Igual que con el video. Muchas madres lo verán y sentirán, inmediatamente después de la indignación, el fresquito de saber que han hablado con sus hijas (“mosca con una vaina…”).
Tampoco es justo pedirle al video que resuelva el problema; bastante ha hecho llevando nuestra atención hacia ese tema tan incómodo. Así que valga este comentario como una de las conversaciones necesarias para continuar la labor iniciada por la campaña. Hay que hablar y hay que ofrecer futuro y esto supone, por un lado, una serie de destrezas y habilidades que los padres deben desarrollar; por el otro, implica una imagen de lo que consideramos ideal.
Respecto a la imagen ideal, el video no la muestra pero todo el que conozca la cultura venezolana sabe que la imagen que llevan muchos de los padres (incluso aquellos que metieron la pata cuando chamos) es que sus hijos no tengan sexo. Este es, a mi parecer, el error más básico y elemental: pretender que algo que efectivamente pasa –algo que es natural– no debería suceder.
Mientras los padres se enfrasquen en sostener esta suposición absurda, y mientras las campañas desestimen el peso de esta suposición absurda, estaremos condenados a presenciar el embarazo en niñas y adolescentes. Es más, me atrevo a sugerir que, precisamente porque deseamos que no exista la sexualidad infantil y adolescente, permitimos que el embarazo precoz ocurra. Es la lógica de muchos “provida”: “metiste la pata, ahora asúmelo; es el castigo por tu equivocación. Te avergonzarás y eso servirá de lección moral para los otros que verán tu desdicha. Sí, serás desdichada, nosotros nos encargaremos de eso”.
Como dato curioso, la pretensión de reprimir las pulsiones del cuerpo está asociada al cristianismo. Los griegos antiguos asumían como natural lo que provenía del cuerpo y lo que hacían era canalizarlo a través de códigos que instruían en torno al cómo, cúando y dónde. Fueron los primeros cristianos, por allá en el siglo I, los que inventaron que eso que venia del cuerpo era demoniaco y tenía que ser reprimido. Lo demás es historia, una historia que en Venezuela carece de la influencia decisiva que ha tenido la liberación femenina y la revolución sexual sobre estos temas.
Y con esto caemos en lo que los padres no quieren aceptar: “Todos lo sabemos, si estás con alguien que te gusta (que te atrae sexualmente), la cercanía física lleva a un beso; un beso a más contacto corporal; ese roce, a la excitación sexual; la excitación sexual a buscar alivio a través del orgasmo. Para aliviar esa excitación se puede apostar por la masturbación mutua o en solitario, pero si van optan por la penetración, pues mejor es que se hayan preparado de antemano. Lo primero es el trabajo de preguntarse si se está listo para la experiencia; lo segundo, explorar métodos anticonceptivos para elegir los que mejor convienen. Por supuesto, hay que estar ya preparados al momento de la acción”.
Aún suponiendo que los padres tienen la apertura para aceptar las cosas como son, y que además tienen las destrezas para comunicarse efectivamente con los hijos, luego viene el tema del acceso, no sólo a la información o a los métodos anticonceptivos, sino a los lugares para que el sexo sea seguro y placentero, antes que improvisado e inseguro. Cuando un par de adolescentes se sienten atraídos, en una sociedad donde no hay espacio para reconocer su sexualidad, mucho menos para canalizarla por vías no genitales, todo ocurre rápida e improvisadamente; un salón de clases vacío, un callejón del barrio o un parque, con un poco de suerte en tu propia casa cuando no hay nadie. ¿Quién va a pensar en que se necesita al menos un preservativo, mucho menos que el resultado puede ser un embarazo (o una infección de transmisión sexual) cuando sólo tenemos 10 minutos y hay que estar pendiente del sonido de la puerta o de quién se acerca?
Este es un buen momento para que el lector revise lo que siente tras leer estos párrafos. El nivel de indignación es un buen indicador de la incapacidad para hablar y para ofrecer futuro. Hablar para prevenir implica desmontar mucho de lo que damos por supuesto:
– Lo que creemos sobre la sexualidad en general y en particular nuestras creencias sobre la sexualidad infantil y adolescente.
– Lo que creemos sobre los roles de género y la manera en la que hombres y mujeres sostienen el machismo (“yo suelto a mis toros, usted amarre a sus vacas” dijeron los defensivos padres del joven cuando los padres de la muchacha quisieron resolver el tema de la sexualidad de su hija culpando al novio).
Hay, por supuesto, otros temas asociados, como la falta de políticas públicas, o cómo los esfuerzos de prevención del embarazo precoz (y de cualquier cosa en Venezuela) se hacen con las uñas y sin apoyo articulado del gobierno. Como se ve, una gran caja de Pandora que este video, enhorabuena, se ha atrevido a abrir para nosotros.