Locos de carretera

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¿Qué tienen en común las agrupaciones Led Zepellin, Yes y Queen?

Que la noche del domingo 17 de agosto sirvieron de antesala al concierto que Edward Ramírez y Manuel Alejandro Rangel ofrecieron en el Garage Rock Bar de la ciudad de Mérida en el marco de la gira “Locos de carretera”.

“Locos de carretera” tiene todo lo que se requiere para ser recordado con gratitud. El repertorio ofrecido abarca desde piezas clásicas, como “Señor Jou” de Pablo Camacaro, hasta obras de alucinante vanguardismo, como “Temazcal”, la ejecución va por cuenta de dos jóvenes músicos que han conquistado un sitial de honor en nuestra historia musical y la manera como ellos interactúan con la audiencia hacen del espectáculo una experiencia didáctica, extraordinaria y memorable.

Una de las cosas de las que uno se entera es que en el joropo llanero las maracas semejan el galope de un caballo, mientras que en el joropo oriental imitan el sonido del mar. Entre otros prodigios, Manuel Alejandro Rangel hizo estallar el inconfundible rumor del oleaje en las orillas de la noche merideña.

Por Manuel Rangel nos enteramos de la investigación que Edward Ramírez ha estado realizando acerca del joropo central, esa expresión musical representada por el arpa las maracas y el buche. Tras explorar ese territorio sonoro, Edward concluyó que era necesario construir un nuevo cuatro, uno que tuviera cuerdas de metal, así que acudió a un luthier muy especial, uno con la experiencia necesaria para elaborar un instrumento capaz de abarcar el rango sonoro de esa arpa que suena como un clavecín. El luthier aceptó hacerlo, no sin antes advertirle al integrante de C4TRÍO que le iban a salir ampollas. Y así fue, los dedos del músico se llenaron de vejigas tras ejecutar ese cuatro, pero ahí están temas como “El misterioso”, la primera página de un capítulo en proceso en la historia de la música venezolana.

Uno de los momentos más sorprendentes del concierto fue cuando Manuel Rangel interpretó “Temazcal”, tema compuesto en 1984 para maracas e instrumentos electrónicos. Los temazcales son ceremonias indígenas de purificación en los que varias personas entran en cuevas con altas temperaturas guiados por un chamán que ejecuta las maracas. El compositor mexicano Javier Álvarez asistió a una de esas ceremonias y quiso representar lo que allí experimentó, incluido el sonido del agua al chocar con las rocas calientes. Hay mucho de caos y angustia, de erupciones de lava y légamo mítico, de magma y subterráneas incandescencias, de confrontación con las entrañas del cosmos en la atmósfera de “Temazcal”; pero tras ese descenso a las profundidades del mundo y de sí, tras esa catábasis, se regresa ligero, pleno de luz: se experimenta la anábasis.

(Es preciso señalar que la infraestructura del local, su sonido e iluminación, estuvo a la altura del extraordinario nivel técnico y creativo de los músicos que subieron a la tarima esa noche. La manera como fueron manejadas las luces mientras se ejecutaba “Temazcal” resultó decisiva para que la audiencia pudiera experimentar el tipo de atmósfera psíquica imperante durante esa ceremonia.)

La participación de Héctor Molina, quien subió a la tarima para interpretar su tema “Amalgamados”, fue de una generosidad proverbial, la interpretación de “Is ain’t She Lovely” con un cuatro eléctrico fue como escuchar a Wes Montgomery reencarnado… En definitiva: cuando se asiste a un evento como el ofrecido por Edward Ramírez y Manuel Alejandro Rangel, uno puede formarse una idea muy clara del magnífico momento por el que está pasando la música venezolana. También es posible vislumbrar los maravillosos y múltiples horizontes que esta generación de intérpretes y compositores le ha ido señalando a quienes habrán de relevarlos. Y uno solo puede salir infinitamente agradecido porque se le ha concedido el enorme privilegio haber presenciado algo tan maravilloso.

¡Larga vida a Edward Ramírez y Manuel Rangel, locos de carretera!

¡Larga vida a la Movida Acústica Urbana!

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