¡Acérquense todos y rompan la piñata como si fuera el último compartimiento de dulces en la tierra! Así se manifestaba la truculenta oportunidad de salvar el sentido de una semana gris en el albor de un viernes. Consciente de que la semana se jacta de poseer este día efímero. Susceptible a los embates de complejidad que constituyen un lunes. Evidentemente su peso hunde las intenciones de cualquier suicida momentáneo. Debo acudir a trabajar el lunes para de pronto ya estar pensando en lo fascinante del viernes. Que aventuras ebrias se mueven en mi mente. Para un empleado de segunda, un viernes simboliza una encrucijada entre la muerte momentánea de la rutina y un espacio considerable para respirar nuevamente, naturalmente, humanamente. Cuan necesario es vivir de expectativas pensaba, mientras le daba con todas mis fuerzas al maldito cascaron de un día que no cambiaba en esencia lo que soy al comienzo y al final de la jornada. Este día es un fraude, pero vale más que todo el dinero que puedan darme por hacerme el muerto.