Un perro se abalanzaba sobre los autos en marcha como parte de un ritual diario. Los autos nunca eran los mismos, sin embargo el buscaba algo en el interior de ellos. Uno de los cuales se ensaño con una de sus patas traseras. Pero eso no le alteraba su voluntad. A la misma hora durante casi veinte largos años este canino testarudo cumplía su misión aparentemente irracional. No eran sus patas las que habían recibido las peores calamidades, ni siquiera su salud mermada por la vida callejera. Su alma parecía oxigenarse con el mismo propósito que al principio. Sus incertidumbres fueron lastimadas por la circunstancia de no poder encontrar lo que tanto buscaba en aquellos autos en marcha.