Un pequeño pájaro golpeo el cristal de mi ventana. ¿Hacia dónde se dirigía en tan afanado vuelo? Algunas veces he pensado que trataba de llegar al otro lado. El lado cálido del mundo acaso. El aventurero emplumado se quedo resentido por el golpe. Lo tome entre mis manos, era más grande de lo que pensaba. Sus ojos visionarios llevaban encima unos cuantos kilómetros de vuelo. Sentí que mi corazón se resentía por su accidente. Los obstáculos son cruentas murallas alrededor de nuestra alma, y son como el cristal totalmente invisibles a nuestros ojos materiales. Lo invite a descansar un poco cerca de la ventana donde se precipito su misión. Se levanto, agito sus alas para volver a encender motores. Note que se había hecho más grande de lo normal. Un huracán atravesó mi ventana sin dañar el cristal, se había ido. Vi a lo lejos como serpenteaba un pájaro que ya no necesitaba de las plumas como herramientas. Era uno de esos días en que las alturas me resultaban familiares.