Existe el infierno, es cierto, pero no son fuegos eternos, ni suplicios dolorosos interminables. No. El infierno es más simple y decepcionante, es una sala de espera de dentista de segunda, en donde estamos sentados milenios de tiempos, sabiendo que seremos los próximos en entrar, que las revistas desgastadas de hace más de 15 años (15 eones) ya las conocemos de memoria, que el sonido de la fresa nos da un frío en la espalda perenne, temiendo que seremos los próximos. Y ese es justo el infierno, no tener el dolor que nos da la fresa, sino la expectativa, el suspenso, la tensión de no poder hacer nada, el sudor frío, de saber que próximamente tendremos el dolor, pero el dolor nunca llega, sino que se pospone en el tiempo que no es nuestro y que nos atenaza el miedo hasta quién sabe cuándo.