La decisión de irse…

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Mientras más lo pienso, más salgo volando hacia la eterna cobardía de dejarlo todo y empezar desde cero. Ya las relaciones sociales ni los chistes serán el mismo poderío que tenemos en nuestro hogar. Tendremos que adaptarnos a nuevas culturas e idiosincrasias. Y como dice Cerati… »No hay nada mejor que casa». Es cierto, pero ¿hasta cuándo podemos soportar los jóvenes la impotencia de las cadenas que nos acallan, de las noches intranquilas caraqueñas, de los vestigios de saber que un familiar fue secuestrado, o de esperar horas en una cola para encontrar los productos básicos?

Soy parte de esta juventud tan golpeada, no sólo por las arterias del orden chavista sino, por la ignorancia que nos embarga en nuestra soledad. Una juventud que lucha por su independencia, por crecer. Una juventud que también ha dejado endeudada a la sociedad. No somos precisamente la juventud del 28′ o la del 68′. No queremos ser mártires, sólo queremos que nos devuelvan algo que es nuestro por naturaleza: la libertad.

Nuestra generación se separa, se pone un vestido negro y despide de la ya moribunda Venezuela en la entrada de Maiquetía. Los jóvenes no somos los culpables, somos los que padecemos, los que lloramos por la impotencia de no poder hacer nada, de que alguien haga algo. No nos divierte alejarnos de algo más que una estúpida bandera con 8 estrellas y de un estúpido patriotismo. Nos alejamos de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestra infancia, de nuestra arepa por la mañana, de nuestro pasado. Y para estar seguros de tomar la decisión correcta, se lo consultamos a cualquiera que nos encontramos, así su opinión nos importe un carajo. Lo consultamos desde nuestros padres, hasta el señor que estaba hablando en el metro vociferando que »nada sirve en este país de mierda». No es fácil, pero tampoco nos cuesta pensarlo. El futuro se va, se despide por la puerta 15 en su último llamado de la aerolínea. Es ahora o nunca. Nuestra cabeza se convierte en un dado insaciable de porvenires inciertos. El futuro juega con nosotros. Somos su pieza de ajedrez y, al parecer, estamos perdiendo. Esto no es un »hasta nunca», esto es un »hasta luego».

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