ATENCIÓN: este NO es un artículo científico de rigor que intenta explicar ‘la revolución liberal femenina’, no intento definir el concepto de feminismo, su historia o declinaciones. Tampoco es mi intención tocar temas como el papel político, laboral, económico o jurídico de la mujer ni profundizar en las necesidades educativas en el país. Solo es una OPINIÓN PERSONAL sobre cuatro aspectos: la sexualidad femenina, los estereotipos, la identidad de género y ‘La generación de las putas alegres’
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Me encanta el sexo (seguro) y desde que soy pequeña mi vida gira en torno a esas pulsiones sexuales que Freud describía. Por tanto, creo que es justo y necesario que yo también ofrezca mi opinión respecto a la recién bautizada “generación de las putas alegres” como consecuencia de este maravilloso artículo que hace días ronda la web. Y digo maravilloso no porque esté del todo de acuerdo con quien lo escribió, sino porque considero que ya hacía falta que alguien lo escribiera para que pudiéramos empezar a escuchar las opiniones de la gente que desde hace mucho viene intuyendo este fenómeno pero no había encontrado excusas para reflexionar y manifestarse al respecto (sí, estoy gozando más que con el artículo con la lectura de las opiniones de muchos de ustedes, amiguitos)
En cuanto al asunto que nos atañe debo decir que por una parte me alegro, esta generación de mujeres ha dado un paso adelante, han evolucionado. Por fin una generación que se da cuenta de que ellas y solo ellas son las dueñas de su propio cuerpo y que solo a ellas corresponde decidir acerca de su placer y sus acciones. Además han internalizado la lección número 1 sobre las opiniones ajenas: que no te dan de comer, y que lo normal es que la gente que se dedica a criticarte no haga nada por ayudarte.
Además ese cinismo y ese exhibicionismo con que han asumido su rol me gusta, porque parece un reclamo casi político en contra de la opresión. Estas mujeres son una especie de reinterpretación de los hippies que en los años 60 se desnudaban en pro del amor libre como metonimia de la paz mundial, con la diferencia de que ellas se manifiestan a favor de sus libertades, a favor de la apropiación de su propio placer, de su propio cuerpo, de sus propias decisiones y a favor del derrumbe de viejos modelos mediáticos. Sinceramente les agradezco que hayan tenido la osadía de erigirse como personajes públicos y nuevos modelos a seguir, porque yo soy una de las que preferiría ver el espectro público plagado de mujeres que se atreven a ser ellas mismas antes que seguir calándome a las esculturas de cerebro lavado made by Sousa o a las heroínas femeninas de las telenovelas que triunfan cuando logran casarse, tener hijos, ser la esposa buena y la madre abnegada (y torturarme pensando que ambos modelos están sembrando su semilla en las incautas mentes de nuestra infancia).
También estoy harta de las carajas que todavía piensan que las conversaciones sobre sexo y la masturbación son cosas de hombres, de las que piensan que es indigno y triste (para una mujer, pero para un hombre no tanto) tener una larga lista de amantes y de las que piensan que la abstención y la auto-represión tienen mérito (igual: para una mujer, pero para un hombre no). Incluso me enferma ese rol femenino que ahora todo el mundo venera: la mujer diosa (estudiar, trabajar, ser bella, ser inteligente, ser buena, ser autónoma, ser la amante ideal, ser esposa, ser amiga, ser madre, ser padre… es decir, ser ‘perfecta’ y todo al mismo maldito tiempo. Are you kidding? ¿Cuándo les queda tiempo para ser ELLAS mismas? las imperfecciones forman parte de la libertad). Dejémos de creernos ese cuento de que según nuestro género hay cosas que está bien y cosas que está mal hacer. Nadie debería marcar ninguna pauta sobre cómo ser mujer o cómo ser hombre, lo que debe prevalecer es que seamos como seamos todos somos personas, ¿o es que acaso la Declaración Universal de los Derechos Humanos discrimina entre hombres y mujeres?
Pero por otra parte (sí, nada es perfecto) me entristezco porque estas gozonas que se han propuesto marcar pauta a nivel nacional y que han logrado hacerse con una numerosa audiencia no están dejando suficientemente claros los aprendizajes positivos. Es demasiado evidente que son unas victimas más del agonizante sistema educativo venezolano, de la oleada de vagancia intelectual que se ha venido apoderando de nosotros desde inicios del siglo XXI y también de la tradicional moral anti-progresista (heteronormativa, machista y falocentrista) que prácticamente ha permanecido inamovible durante la transición generacional entre nuestros padres y nosotros.
Y es que estas parlanchinas pero poco reflexivas chicas no son más que unas complices de la cultura machista y del patriarcado, que ayudan a seguir perpetuando estereotipos nocivos como el de la mujer ‘florero’,’adorno’ o simplemente la mujer cosificada, esa que depende de la mirada y valoración (y pene) del hombre para legitimarse como mujer (recuerdan ese comercial de Valmy que decía ‘Y tú, ¿para quién te maquillas?’ asqueroso); el de la femme fatale que utiliza su sexualidad como arma de poder o como mercancía para acceder a beneficios, en detrimento del desarrollo de otras facultades de provecho; y lo peor de todo es que reafirman con su ejemplo que la mujer solo es válida, deseable, importante y visible si está hipersexualizada, se erigen como un modelo que el resto de las mortales (niñas, adolescentes y adultas ‘no-reventadas’) admiran y según la norma deben esforzarse por alcanzar, incluso llegando a atentar contra su propia salud física y psicológica (¿o es que ya olvidaron el episodio de los biopolímeros asesinos en los culos o se tragaron ese mojón de que una operación de tetas está exenta de riesgos?)
Por último quiero comentar sobre las opiniones que ido leyendo a lo largo de la vida del mencionado artículo. El grueso de la audiencia emite el mismo juicio: que son mujeres que han permanecido a flote gracias de un infladísimo narcisismo actitudinal y el apoyo de la cultura machista. Pero ojo con esto último, porque es solo en las mentes más conservadoras en donde estas chicas no han trascendido de ser el centro de mesa que todo el mundo se quiere llevar a escondidas a su casa. Existimos otras personas (los que nos avergonzamos de episodios tipo ‘el porno en los libros de texto’. Coño, ¿hasta cuándo el mojigaterismo?) personas que hemos empezado a verlas como las protagonistas de un fenómeno que no debe ser despreciado, un anticipo fallido o un primer borrador de lo que (espero) vendrá a nivel general en la sociedad: la apropiación de las mujeres de su propio goce sexual. Y aunque la credibilidad de estas ‘toripollas justicieras’ se desvanezca facilmente, considero que no hay que confinarlas a todas las connotaciones peyorativas de la etiqueta ‘puta’, por el contrario: es nuestro deber opinar y correr la voz sobre los aprendizajes positivos que nos deja este nuevo episodio de ‘nuestro insólito universo’ venezolano.
Si estuviera presente les dejaría un condoncito de regalo, pero como no es el caso les dejo de regalito el enlace al artículo mencionado