Cuando uno ve soluciones a problemas de gran envergadura que afectan a toda una nación, soluciones y planes que están de anteojitos, pero que el poder y los políticos en general se niegan a implementar, casi, casi siempre, es porque hay intereses oscuros de por medio. No es porque el poder no los vea y la gran mayoría de los ciudadanos sí. Tampoco es un problema de ideología; una vez que el poder se concentra en pocas manos lo único que busca es perpetuarse. Que utilice la ideología para arengar a aquella porción de la población que todavía cree en el bodrio es otra cosa. La ideología se convierte en un recurso, en un medio, mas no en un fin. Es simplemente un problema de intereses: ciertos cambios ameritan ciertos sacrificios y costos por parte de los que están en el poder. Se reduce a simplemente eso. A no querer pagar la cuenta y no haber nadie por encima que ejerza la autoridad para que esto pase.
Casi siempre que eso sucede repito es porque hay una agenda que privilegia a una ínfima minoría (Diosdado et al) en detrimento de la mayoría. Y estos privilegios de los que hablo suelen ser económicos o de reparto de poder.
Ha sucedido y sucede en todas partes, no solo en Venezuela y no solo en estos momentos. Por eso es que me parece patético ver a cierta parte de la población, la parte substancial que se ha desencantado con esta bazofia, soñar con algún tipo de remota rectificación. Esto no va a pasar. No hay margen de maniobra en este estado de cosas. Primero esto colapsa, con lamentablemente todos los daños colaterales que esto pueda traer, antes de que este gobierno cambie el rumbo significativamente y no la típica táctica Chavezoide de retroceder un paso para avanzar dos .
Termino este breve articulo con una breve reflexión. Más que democracia de la que discutiblemente aun “gozamos” deberíamos pedir más transparencia. Una no necesariamente va con la otra. La transparencia es infinitamente más importante para el día a día de los ciudadanos que el votar cada cierto tiempo. La transparencia es lo único que medio garantiza cierto alineamiento entre los intereses de los políticos (al final empleados públicos) y los ciudadanos que los ponen ahí. Venezuela está en el lugar 160 (de 177) en el ranking de Transparencia Internacional. Entre los últimos puestos pues. Singapur, un país al que yo no considero particularmente democrático, está de quinto en el mismo ranking. ¡Quinto! Entre los cinco primeros pues.
Transparencia en la administración pública y en la vida ciudadana. Ese es nuestro gran problema.