Ni siquiera mencionaron su nombre

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Y fue entonces que perdió la razón.

Buscó en todos los bolsillos, debajo de la cama, por detrás de los ojos, se puso los codos en las axilas y las revisó detenidamente con un espejo de mano. Nada, no sirvió de nada. Siempre le pasaba lo mismo, era un despistado, así ha perdido llaves o billetes, cuando sacaba una llave perdía un billete, o viceversa.

Lo bueno de haber perdido la razón es que podía atravesar las paredes, resultaba divertido ver la pared, enfrentarla, ir hacia ella y zas, estar al otro lado, al lado B, al lado oscuro de la luna, al otro lado del espejo. Lo bueno también es que se entendía con los perros, ellos le decían cosas como “mucha hambre, mira allá, hombre bueno, comida” o “mira perra, huele rico, me llama, voy”, hubo uno muy inteligente, parecía un perro chino, que le dijo “esta perra vida es una vida de perra”, vaya concepto, tomó nota y atravesó una pared.

Pero haber perdido la razón tenía sus bemoles, los autos eran una pesadilla, lo perseguían, lo enceguecían con sus luces, pero lo más terrible fueron aquellos alaridos de dolor del perro mordido por el auto, lloraba agonizando, lo llamaba por su nombre, y él, con su espada de luz, hizo justicia rompiendo las fauces del auto, lacerando su piel, pero luego el disparo, los ejércitos, el dolor, el silencio, una luz blanca, mamá que le decía “ya papito, ya pasó”, mucha gente como una masa amorfa, maloliente, sin ojos, caminando hacia él con pasos de plastilina, la mujer que ama diciéndole “Eres un inútil, me voy”, una calle larga, muy larga, infinita, un susurro en el oído “…por lo que hemos decidido prescindir de sus servicios”, su propia voz que resonaba como trueno al universo “¡Encontré la razón! ¡Encontré la razón!”…

Al otro día, en la noticia de sucesos, ni siquiera mencionaron su nombre.

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Mido un metro setenta y cinco. Tengo una docena de libros. En mi cuarto hay un altarcito con un Buda. Me gusta el color azul. A veces me despierto alunado. Prefiero los gatos a los perros, porque no existen gatos policías. Soy de acuario, pelo negro. No colecciono nada, guardo la ropa ordenada. Me aburro en las fiestas y soy de pocos amigos. Tengo los ojos color café tostao. Dicen que soy bueno, aunque no sea bautizado, y aún no me llevan las brujas. Nací a las siete y media de la mañana. No creo en ovnis ni en zombies (pero de que vuelan, vuelan). Uso prendas talla "m". Prefiero quedarme en silencio. Duermo del lado derecho y con franela si hace frío. De la vida yo me río, porque no saldré vivo de ella. No uso saco ni corbata, ni me gusta el protocolo. Estoy en buena compañía, pero sé cuidarme solo. No me complico mucho, no me estanco, el que quiera celeste, que mezcle azul y blanco. No tengo adicciones, mas que de leer y estar solo. Antes creía que no tenía miedos, hasta que vi la muerte a milímetros. No me creo ningún macho y soy abstemio, aunque si hay una buena compañía y un vinito se me olvida esto último. Prefiero más a los animales que a la gente. No tengo abolengo y dudo mucho que tendré herencia. Tengo una rodilla que a veces me fastidia. Tengo cosquillas, no las diré hasta que las descubras. No traiciono a mis principios, que son cinco. Me gusta ser muy sincero, por eso no hablo mucho. (Inspirado en una canción del Cuarteto de Nos)

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