Luego de trabajar tantos años en la educación pública mi mamá finalmente cumplió los años para obtener su tan esperada jubilación. De aquella etapa le quedaron en la memoria cantidades de historias reales de la vida de los niños con los cuales le toco trabajar, una de ellas es la de Antonio.
En ningún pueblo de Venezuela falta una tienda de checheres, un mercado de los corotos, un todo a mil o como lo prefieran llamar, hoy en día sustituidos por la invasión de negocios pertenecientes a las personas de origen asiático que pululan en nuestro país
En uno de de estos negocios, sobrevivientes a la invasión asiática, es donde trabajaba Antonio un niño trabajador de ocho años fanático del zorro, de quien se podría decir es un niño de la calle a no ser por las escasas ocasiones en que iba a la escuela. En su trabajo se encargaba de colocar los artículos de los clientes en las bolsas y ayudar a uno que otro a encontrar algún producto, lo que hacia que Antonio se siéntese importante al poder demostrar su conocimiento sobre la ubicación de los productos de la tienda.
La sabiduría que le daba la calle se reflejaba en la picardía reluciente que se evidenciaba en el brillo de sus ojos. Pero un día este niño de la calle astuto, pícaro, y vivaz hizo una revelación sorprendente que puso a flor de piel la pureza de su inocencia, dejando al descubierto que los niños independientemente de las experiencias que los coloque la vida siempre serán niños. ¡¡Antonio descubrió que Diego de la Vega es el Zorro!!