Mateo XXV, 30 – Jorge Luis Borges.
Escribir es la tarea humana que más aspiro dominar, a pesar de resultarme casi imposible. No somos lo que hacemos, pero la vida es laboriosidad: en la acera rota por el árbol, éste muestra la naturaleza de su fuerza. La tierra estéril se llena de hierba e insectos, sin temer al fuego y a la extinción que asechan siempre. La vida es un pequeño que desafía al cosmos, del que pretende escaparse. Intento escribir desde lo que en mi pecho arde, y así hacerme hombre.
La imposibilidad es de origen. Aprendí a leer en casa, en un limbo entre la opinión de mis maestros capitalinos de que debía comenzar la primaria a pesar de tener sólo cinco años, y la opinión de los maestros del pueblo que dijeron que no, que eran seis los años requeridos. El siguiente curso tuve mi primer examen en que se evaluaba si comenzaría de una vez en segundo grado. Suspendí. No pude leer las sílabas que comenzaban con P.
El célebre y estéril contraste entre ciencias y letras dice que la informática -que llegó a ser mi oficio- poco tiene que ver con la expresión escrita. No deja de sorprenderme el que la informática haya cambiado la cultura y la faz de la tierra a pesar de ser sólo lenguaje que se riza a si mismo, creando estructuras selváticas. Es casi la realización de los sueños de la Cábala: con la apropiada combinación de letras puede crear un Golem que protege o destruye.
En verdad busco hacer un sólo texto que es, comienzo a comprender, consumación de mi historia personal y mi único acto en la tierra. Una sola palabra que, como en la Parábola del Palacio de Borges, nombre y modifique la realidad. No me juego en ello la redención; me la juego en el reconocimiento agradecido de estar vivo con otros y en el esfuerzo de que el universo note mi presencia. Así, animado y desesperado, vago por este valle lleno de símbolos. Me entretengo en pequeñas batallas. Voy andando, sin dejar que se me apague el deseo, que me guía en la noche.
Foto Licencia Creative Commons por Diego Peñailillo.
Apareció primero en Rayas y Palabras.