El Gobierno del Municipio Libertador, con financiamiento del Bandes, anunció la próxima realización del Festival Suena Caracas. Un woodstockcito bolivariano diseñado para ocultar la masacre de decenas de personas, amén de la tortura a otras decenas más y el encarcelamiento de miles, ejecutada por el Estado venezolano en razón de las protestas que se efectuaron en el país desde febrero de este año. El cartel revela un monumental despilfarro de recursos públicos, un dispendio de caja que le dará a los jóvenes una feliz navidad, un cierre de año bonito con otro evento más de curdita y musiquita gratis, otro simulacro en el que los pacos se harán de la vista gorda mientras te fumas un porrito, mientras en el país no hay medicamentos básicos, se hacen colas kilométricas para comprar comida o tres chiriles para vestir; y mientras el Gobierno pospone una serie de medidas económicas que, a la larga, deberá imponer para tapar el brutal hueco fiscal que el Petro-Estado populista ha creado en estos años de manejo irresponsable de la renta pública. Pero ¡hey!, todavía no; nadie quiere pensar en eso a finales de año, eso para después, si es después de las elecciones parlamentarias, tanto mejor.
Acá en panfleto hemos hablando, muchas veces, de este tipo de eventos. Francamente no quiero redundar, porque asumo que cualquiera que haya pasado por esta página sabe muy bien lo que piensan algunos de sus autores recurrentes, yo incluido, sobre la utilización de recursos públicos para “la cultura”. Y más aún en este momento histórico tan oscuro que vivimos. Además, ya otros/as han escrito mucho mejor que yo sobre este tema.
Pero hay un aspecto en el que quiero detenerme y es la polémica que se ha generado porque en el monumental cartel del festival hay unos artistas muy críticos con el gobierno; lo que provocó la ira de los seguidores del régimen, quienes llevan dos días haciendo una campaña en Twitter contra la participación de estos cantantes en el mencionado festival. Uno juraría, al escuchar que hay una polémica sobre la participación de unos artistas críticos en un festival del gobierno, que se trata de una banda punk, de unos raperos contraculturales, o de algún cantautor de este bicho que creamos los latinoamericanos llamado “canción social de protesta”. Pero no. Los artistas que son objetos de esta controversia son… CHINO Y NACHO.
Sí, ha leído usted bien, Chino y Nacho, el dúo creador de reggaetones como “Mi cachorrita”, y de temas más tropicales y romanticones como “poeta”. Son ellos los únicos que han provocado la ira de los oficialistas, ya que, se preguntan estos, ¿cómo es posible que unos vendepatria como ellos, que hasta hace nada se fotografiaban con Capriles y enviaban mensajes de solidaridad con el detenido Leopoldo López, estén en un evento de la revolución? Y claro, aquí tocaría escribir lo que también hemos escrito muchas veces sobre la diferencia entre el Estado y el Gobierno, o sobre como la exclusión por razones política de alguien en un evento estatal es un delito . Pero creo inútil hacerlo, si a los venezolanos no les importó que miles de personas fueran despedidas de sus trabajos en instituciones públicas por haber firmado la solicitud de Referéndum Revocatorio, y que esa actitud se haya generalizado hasta nuestros días en que unos empleados del Saime son despedidas por fotografiarse con una dirigente opositora, mucho menos voy a creer que a alguien le importa el cómo se distribuyen los subsidios del Estado.
De lo que va este artículo, es de los artistas que han generado esta iracunda reacción en señores como el doñil Lubrio, quien se refiere a Chino y Nacho como si de las Pussy Riots se tratara. Y eso me lleva a: ¿qué otros artistas están en la programación del festival? Pues, veamos: Los Pixel, Palmeras Kaníbales, Zapato 3, Paul Gillman, Los Javelin, Bituaya, Tomates Fritos.
Mmmm, ¿no deberían esos grupos de rock/música alternativa ser una amenaza para el poder mucho más contundente que un dúo pangola que hace canciones romántico-sexuales? ¿No era Desorden Público aquella banda que despotricaba de los Políticos Paralíticos (denle clic al link, pillen la intro), que realizó un excepcional disco conceptual sobre la violencia caraqueña por allá en 1998 cuando la violencia no era ni la sombra de esta salvaje carnicería que hoy vivimos? ¿Por qué estos grupos no le alborotan el copete a Lubrio?
No es que Chino y Nacho sean ahora una banda antisistema, a lo Rage Against The Machine. Tampoco que los maquediche (o como se escriba) hayan popularizado un himno subversivo a lo “Sr. Cobranza”, como lo hiciera Bersuit Vergarabat al crear esa inmortal versión del tema de Las Manos de Filippi. De hecho, todo el drama es por unos tuits que el dúo escribió en Febrero de este año, donde expresaban su apoyo a Leopoldo López. Eso y alguna opinión por allí medianamente crítica de la gestión de Gobierno. Es todo. Aquí debería hablar de la hipersensibilidad de los seguidores del gobierno, de cómo hemos llegado al grado cero de la crítica, al punto de que unos tuits y un par de fotos ocasionan una reacción en cadena de miles de personas. Aquí, sobre todo, debería hablar de cómo el espíritu autoritario se ha apoderado de una parte de la población, para la que criticar al gobierno es un delito y, tristemente, un pecado que debe pagarse con la exclusión; porque, repito, lo penoso del asunto es que no ha sido una reacción del gobierno, sino de gente que lo sigue, ciudadanos comunes y corrientes exigiéndole al Estado la exclusión de unos cantantes por sus opiniones políticas.. De todo eso debería hablar, pero quiero hablar de otra cosa, quiero hablar del rock nacional, de la música alternativa, de cómo la banda más contestataria de Caracas se ha convertido en algo tan inofensivo que los poderosos los incluyen en sus festivales y sus hipersensibles seguidores ven una amenaza mayor en un dúo romántico que en ellos. Quiero hablar de cómo Chino y Nacho, independientemente de que nos guste o no su música, al menos tuvieron cierto coraje para expresar una opinión y criticar al gobierno, cosa que no hacen nuestros rockeros, empeñados en escribir otra canción sobre lo difícil que es vivir sin ti y también sobre cómo desde que te fuiste mi vida no es igual.
En fin, que la música alternativa en este país decidió mirar para otro lado cuando al Estado masacraban a decenas de jóvenes que protestaban en las calles, que mientas miles de esos jóvenes todavía están o presos o con medidas cautelares, nuestro rock no hace ni cosquillas, y tiene que venir un dúo de reggaetoneros a poner la nota discordante en un concierto en que los alternativos e irreverentes no amenazan ni incomodan a nadie. Porque hasta Chino y Nacho son hoy en día más valientes que Desorden Público o Paul Gillman. Ese es uno de los grandes logros culturales de chavismo: haberle hecho creer a mucho jóvenes “irreverentes” que son contestatarios mientras se ponen del lado de los que mandan. Ser rebelde nunca fue tan fácil.