Esto no es un manifiesto, esa palabrota solo puede ubicarse para los trabajos extensos y sudados de Bolívar, Jefferson, Hitler o Marx; personajes que dieron un giro total al Zeitgeist de aquellos días, dejando un rastro que aún marca su huella en el presente. Esto no es una queja colectiva contra el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, tampoco una Declaración que busca reseñar los motivos de nuestro permanente sub-desarrollo, esto, ni siquiera es una Agenda estándar.
Muchos han tocado el tema en las redes sociales, algunos incluso están escribiendo libros sobre la situación que se vive día a día en el país, mientras lees estos vagos términos. Todos palpan la problemática, muy pocos exponen al sujeto.
El «No hay harina, pero tenemos patria», el «Capriles es tremendo cagao», otro que dice «Esto ya no se lo aguanta nadie», son parte de la extensa colección de oraciones favoritas que tiene el Venezolano para romper el hielo en una cola entrando al banco, en un local de desayunos, en casa. Estoy cansado de oír esos versos y sé que también lo estás, como dice un colaborador nuestro: «Hablar mal del Gobierno o del país es perder el tiempo y arrecharse por gusto». Pero volvamos al dicho de «Esto ya no se lo aguanta nadie» porque les demostraré, que es una total mentira.
Los Venezolanos muy bien sabemos las calamidades que hemos cruzado para nunca llegar al otro lado, las medidas económicas del Ex-Presidente Carlos Andrés Perez (Caracazo), el Viernes Negro, los crímenes de estado por parte del gobierno de Marcos Perez Jímenez (que por cierto, está ganando tanta nostalgia en la psiquis del ciudadano), las guerrillas castro-comunistas de los años sesenta, el paro petrolero, en fin. Somos testigos de que estos males los buscamos nosotros y parecieran gustarnos, porque esto no se lo aguanta nadie en ninguna latitud del planeta, solamente los Venezolanos (Infórmese sobre la Primavera Árabe).
La Generación Manchada son todas aquellas personas que a muy temprana edad evidenciaron los cambios que realizó el Ex-Mandatario Hugo Chávez durante los 14 años que estuvo en el poder. En toda historia hay un protagonista y en esta trama llena de obstáculos el papel estelar nos corresponde a nosotros, el sujeto, somos la Generación Manchada.
Somos esa familia joven que se queja por Twitter, que aunque el dolar esté a 150 Bolívares, uno de cada cuatro de nosotros tiene iPhone, somos los que discutimos sobre si Android es mejor o no que iOS, somos los que dentro de 6 años (si las cosas siguen como se están dando) tendremos la gran imposibilidad de adquirir una vivienda digna por el fruto de nuestro trabajo, somos aquellos que pueden rebajarse por dinero, los compra-cupos, los tira pinta, los Tomorrowlanders, los Instagramers, los bohemios, los críticos sin diploma, los más astutos, los menos trabajadores (en comparación con otras generaciones), los más frustrados y todos nos queremos ir.
Un amigo quiso tomar una foto y al sacar su teléfono celular la adrenalina y el peligro provocaban el temblar de sus manos, tengo un hermano que ha sido atracado 4 veces en menos de un mes, conozco a una familia que trabaja para un personaje del gobierno y están planeando un viaje para raspar sus cupos en el exterior, tengo un amigo que compró una agenda telefónica para abrir un hoyo entre sus páginas y esconder su Samsung dentro, ver a un hombre en bicicleta es sinónimo de las experiencias más desagradables, sin contar a un tipo en una moto o un carro encendido esperando del otro lado de la calle a tardes horas de la noche.
«Verga marico, ese chamo tiene plata güevon, me contaron que el padre bachaquea, tienen como dos Tahoe y una Avalanche». El respeto que infunde el dinero sucio, demuestra la decadencia psicológica en nuestra gente, como esos concursos de Miss Venezuela con nuevo formato, corridas de Toros, saqueos a camiones de alimentos, los capos que viven en las cárceles y controlan nuestras calles a un ritmo despiadado, sumando la falta de humanidad.
Nos llenaron de tinta las ropas, nos mancharon el coraje y el emprendimiento, nos metimos en la cabeza que con Dólares la vida se nos hará mas fácil, nos da miedo saber que hay del otro lado del ojo mágico de nuestras puertas y ese colorante que aplicaron entre nosotros es de color Rojo, a veces por cosas que no me permito nombrar y en otras por la sangre que derraman 3 Venezolanos cada hora que transcurre.
Disculpen si resultan ignorantes estas palabras, pero considero que esta Generación, la nuestra, enfrenta desgracias peores que el exilio, peores que los asesinatos cometidos por la Seguridad Nacional en los años cincuenta, peores que las desapariciones que desencadenaron en la Generación de 1928, nos estamos convirtiendo en muertos vivos, porque te aseguro que si me quedo en este país para luchar y logro esquivar todas las balas que la inseguridad decida disparar hacia mi cuerpo, tendré 50 años cuando todo comience a andar óptimamente y todavía quedarían cosas por hacerse. El mayor objetivo no está en tumbar a Maduro, Capriles o quien se siente en ese trono de Petróleo, sino en lo que vendría luego de un cambio, que está en arreglar y enmendar los errores/vicios que esta sociedad que persisten y le está dejando a sus descendientes.
Supongo que por eso el himno recita «Y el víl egoísmo que otra vez triunfó», que también el rojo seguirá presente en nuestra bandera, pero a medida que la gravedad derrumbe la arena dentro del reloj, ese rojo que una vez fue patrón y omnipresente se desvanece en la conciencia de más y más multitudes.
Recuerda, cuando alguien te diga: «Esto no lo aguanta nadie» respóndele: «Si, existe quien lo aguante, el Venezolano».
Estoy de acuerdo con este artículo. Determinados hábitos negativos han sido transformados en idiosincrasias del venezolano actual. El venezolano actual no parece entender que sólo el trabajo y una mente de desarrollo progresista nos sacará del abismo en el que vivimos hoy. Solo cuando desarrollemos un pensamiento crítico seremos capaces de vencer las cadenas de las ideologías. Apoyando al autor: esa estupidez de babearse ante el iPhone 6 o la camioneta último modelo de un funcionario público o un conocido, sin pararse a reflexionar la procedencia de los medios económicos para obtenerlos, debe desaparecer de la mente del venezolano, y este debe apelar a la honestidad y al trabajo duro si quiere vivir en un país decente.