Trampa

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Ella me pregunta: “¿Estoy gorda?”. El tiempo se detiene y entro en pánico. Las hojas comienzan a caer más lento y comienzo a mover los ojos de un lado a otro. Pienso: “Esto es un trampa”.

Si digo que sí, aunque se la verdad, las consecuencias serán terribles. Las mujeres no aprecian la verdad. Ellas solo aceptan su percepción de lo cierto. De modo que me imagino asintiendo a la pregunta de la gordura. Seguro los ojos se le inyectan de sangre y se desencadena una conversación que comienza con: “Aaah, ¿entonces estoy gorda? Seguro esas ‘amiguitas’ del trabajo son delgadísimas”. Y por ahí sigue acusándome. Quedo apaleado moralmente.

Ahora, si se me ocurre decir: “¿Gorda? Psss. Si estás como portada de revista”. Ella me escupe: “¡Viste que eres un mentiroso!”. Luego aseguro que yo pienso que ella es una tonta porque creo que es capaz de tragarse semejante mentira. Igual que la primera opción: quedo abatido a punta de regaños.

La conclusión es que no tengo ni idea de cuál es la respuesta correcta. Lo único que puedo pensar es: “Ella quiere saber hasta dónde puedo llegar”. “Finge demencia”, grita una voz en mi interior.

Mientras toda esta disertación ocurre en mi mente, ella me sigue mirando y espera por una respuesta. Sudo frío. “¡Esto es una trampa, man! Cualquier cosa que digas puede ser utilizada en tu contra”, susurra la voz en mi cabeza.

Ella comienza a golpear el piso con el zapato y se lleva las manos a la cintura.

Ya para ese momento estoy entregado a que pase lo que sea. Si le digo que sí o que no, estoy perdido. Me imagino que soy el hombre que le toca llevar la bomba lejos de los demás y solo quedan diez segundos. Me embolsillo las manos y digo: “Querido, no estás gorda ni falca. Para mí eres perfecta”. ¿Qué clase de respuestas es esa? La de un hombre que quiere sobrevivir. Ella junta la barbilla con su hombro y me sonríe. “Estoy a salvo”, pienso.

Se sigue probando ropa y yo me siento afuera de la tienda. Todo está tranquilo por ahora, o al menos hasta que se le ocurro otra pregunta que oculte intenciones oscuras, como: “¿Te pasa algo?”.

Esta columna fue publicada en el diario 2001 el 21 de febrero de 2013

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