Es tan difícil estar con ella ahora, es tan duro ver lo hermosa que es. No poder alimentar ningún deseo, tener que resistirme de tocarle, de desearle, o siquiera de mirarle con ojos distintos. Ponerme aún más tenso con ella, aún más frío, tener aún más cuidado.
Es tan duro No permitirme enamorarme de ella, tener que ignorar esa inasible pero preciosa dulzura de sus expresiones, de su movimiento, de sus caras, de sus gestos.
Gestos que sé que de sólo detallar un poco más, de sólo memorizar una vez, bastaríanme para extrañarlos por mucho tiempo después.
Tan irónico que ella pregunte ¿por qué quieres actuar así?
¿por qué quieres ser estándar? Cuando la única respuesta es
“porque cuando soy yo mismo, termino enamorándome de ti”
Tantas veces he dicho que no rechaces los amargos, que no pretendas dejar de sufrir a costa de No sentir, y aún así soy precisamente yo el que ahora me enfrío, el que anda administrando sentimientos para no paladear el agrio de no ser correspondido.
Porque cuando no soy realmente yo, soy deseado y muy presto correspondo, pero cuando sí soy enteramente yo, encuentro mi deseo en la intimidad de un sencillo y casual secreto, queriendo robarme cada instante,
queriendo besar cada lugar solo para saber que de mi afín soy no más que un confidente y así, como tantas otras veces, despertarme.