No esperó a que los policías le quitaran la mirada de encima y se lanzo en mitad de la calle, tratando de escapar.
Con las manos atadas era muy difícil que llevara una velocidad y equilibrio oportuno. Uno de los policías pidió otro perro caliente con todo, ese malnacido se había comido tres con este último. Y el pobre hombre allí con un hambre atroz que le devoraba desde el estomago hasta la punta de la lengua. El policía recibía el vuelto y con la otra mano se limpiaba su asquerosa boca. El otro oficial estaba revisando el fondo de una cava con numerosos refrescos de cola, el muy sofisticado no conseguía el de dieta que tanto le gustaba. Ese era el momento para encender los motores y escaparse de esos dos. El hombre con las manos atadas hacia atrás, con esas esposas que aprietan hasta los huesos, se lanzo sin pensarlo sobre el tráfico de la ya muy entrada noche capitalina. Hizo maromas por entre los carros y las motos que no disminuyen la velocidad de ningún modo.
El hombre cálculo mal la distancia con una camioneta que lo impacto de pronto, fue a parar por encima del capo, rodo como una salchicha fuera del asador, estaba herido de gravedad. Los policías lograron parar el trafico, hicieron un circulo de despeje y colocaron unos conos de transito. Uno de los oficiales descolgó su radiotransmisor y comunico lo siguiente a la sede de policía:
“Sujeto altamente peligroso, se le dio muerte por querer darse a la fuga, fue detenido en un supermercado en horas de la tarde, estaba robando leche completa y unos pañales.”