El más sorpresivo efecto de #JeSuisCharlie es que ha enfrentado a los progres a lo que son: conservadores pacatos, perdidos en su dogma.
No ha faltado estupidez en estos días, incluso estupidez en voz alta:
Condeno el terrorismo, pero les pregunto: ¿las expresiones contra judíos en Alemania nazi también eran libertad de expresión? #CharlieHebdo
— Luigino Bracci Roa (@lubrio) January 8, 2015
Pero lo más divertido ha sido ver cómo todos los progres del mundo se pelean para insertar el primer «Pero» en la batalla del relativismo. El primer salvo en castellano lo disparó José Antonio Gutiérrez D. Curiosamente, leí este artículo por primera vez en el Semanario Voz y ahora me doy cuenta de que lo han quitado porque los del semanario se han plegado al repudio mundial y tumbado el artículo –¡vaya manera de respetar la libertad de expresión!
Como dije, divertido.
¿Por qué estos progres tienen tantas ganas de manifestar su antiamericanismo, encontrar la conspiración mediática o dar lecciones de ignorancia sobre el islam?
Yo creo que lo que pasa es que si no gritan su superioridad moral, no tienen poder. El poder progre reside en la velocidad con la que rechazan al mainstream, cual pistoleros. Los progres son los pistoleros de la contraria. Curiosamente –o no– la contraria automática es también la encrucijada donde se encuentran los hipsters y los fracasados.
Para una mejor argumentación sobre porqué es una tontería eso de agregarle el «Pero» a tu repudio al terrorismo, Gerardo Vilchez escribió un excelente artículo, «PERO».
Escribí un pequeño artículo donde propongo 3 proyectos ficticios de caricatura, con la intención de sondear si los que piensan que la libertad de expresión no debería tener límites se solidarizarían con los proyectos o invitarían a censurarlos. Me gustaría conocer tu opinión.
https://www.panfletonegro.com/v/2015/01/12/3-proyectos-para-la-libertad-de-expresion-absoluta/
En esta situación tan triste que está atravesando el país, siempre se agradecen los intentos por hacernos reír sin pedir nada a cambio.
¡Gracias, Lubrio, de verdad!