La Globalización del Terrorismo

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El terrorismo es una fuerza poderosa, invisible, armada.
Comete agresiones y atrocidades contra los derechos humanos. Se infiltra en los estados laicos, en los países de oriente medio, en todo el mundo.
Hay terrorismo alentado por los gobiernos, sustentado por el dinero.
Hay terrorismo clandestino y cibernético.
Despierta innumerables conjeturas, misterios, sospechas y teorías conspirativas.
El historial del terrorismo es inabarcable y puede contar un relato paralelo de la evolución, de la constitución de cada país.
Es un karma que hemos venido sufriendo desde la época de los griegos y los romanos, pasando por la edad media y culminando en el distópico tiempo contemporáneo, atravesado por matanzas étnicas, guerras y nuevas cruzadas.
Samuel Huntington llamó a esto el choque de las civilizaciones. Por ello el tercer milenio va adquiriendo un tono sombrío y oscurantista, a camino entre 1984 y El Mundo Feliz.
Un gobierno universal del miedo, la pesadilla, la paranoia, la vigilancia, el control y la represión.
Los políticos y los poderosos sacan un gran provecho de todo el asunto, prometiéndonos hacer su trabajo de mantenernos en resguardo y a salvo de la violencia.
En Venezuela, nos vienen engañando con estos versos, a lo largo de las décadas. Pero cada año, la inseguridad se torna más cruda, despiadada, insana. Culpa de los gobernantes, de quienes los votan, de las condiciones que han permitido la instauración de un estado nacional de puro terror. Y el curso del planeta, salvo las distancias, no parece marchar mejor.
Occidente y el medio oriente se han declarado una batalla sin cuartel, que no es nueva, ojo. Tiene antecedentes por doquier. Y un objetivo específico: dominio de territorios, zonas de influencia para la explotación de reservas energéticas.
Así crece y se expande la ola del último islamismo radical, un fanatismo dogmático que ha surgido por medios propios y a raíz de diversos fenómenos extremos.
Por ejemplo, hablemos de la red Al Qaeda( la cual se atribuye la autoría intelectual del siniestro atentado contra Charlie Hebdo) y de su conocida fuente origen.
Al Qaeda es un subproducto de la guerra fría.
Para vencer a las tropas de soviéticas de ocupación, al bloque occidental se le ocurre la malísima idea de apoyar y financiar a los Muyahidines, quienes a la postre logran derrotar a su enemigo.
Los yihadistas se adueñan del contexto, imponen una teocracia fascista, mientras permiten que los señores de la guerra hagan sus negocios sucios con el tráfico de la amapola(heroína). Allí establece su guarida, Osama Bin Laden, procedente de Arabia Saudita.
Luego ocurre lo previsible. Los talibanes se convierten en una esperanza fracasada, en un experimento que se corrompe por el dinero y que busca su independencia, cual mafia.
En un proyecto Frankenstein del bloque occidental, en un boomerang de los aliados, que vaya cómo los manufactura y después se limpia las manos. Es cuando el remedio es peor que la enfermedad.
Pues bien, ¿y cómo brota el hongo de ISIS? De una tierra, de un lugar común.
Por supuesto, la película no las proyectan con un enorme velo de desinformación y autocensura. Para empezar, ISIS deriva del fiasco de la guerra de Irak.
Bagdad queda bajo la sombra de los Chiítas, aliados a Irán. Pero la nación está fragmentada. Y hacia el norte, un grupo ultraconservador de Sunitas asumen el mando, recibiendo en principio apoyo de Occidente, para alborotar el avispero de la frontera con Siria, Irán e Irak.
Suman mercenarios de Arabia Saudita a sus filas. Supuestamente van a liberar a Siria, como un ejercito de rebeldes. Al final, repiten el esquema Talibán: crean su estado fascista, su califato, ahora manejando vastos recursos petroleros, rematados al mejor postor.
En paralelo, los llamados “hermanos musulmanes” echan por la borda el esfuerzo de las primaveras árabes, ganando elecciones a diestra y siniestra.
A Irán llegan los Ayatolas al poder, tras el derrocamiento de Mossadegh y la instalación del Sha por parte de occidente.
Teherán es hoy un estado furiosamente antioccidental.
En cualquier caso, el terrorismo islámico germina por obra y cuenta de una lectura sesgada del Corán, así como por los intereses de camarillas facciosas. Lo que nos lleva a una conclusión.
No todos los musulmanes son terroristas y apoyan el lamentable atentado contra Charlie Hebdo.
Occidente tampoco es culpable por el crimen.
Sin embargo, el hecho se inscribe dentro de un marco de referencia, cuyas causas y efectos son responsabilidad de unas estrategias erróneas para encontrarle solución a un conflicto de vieja data.
El ciudadano de a pie paga la peor parte, el periodista, el caricaturista.
Los ejecutores responden a la ejecución de un plan siniestro, orquestado en nombre de Alá.
La dirigencia xenofóbica y de derecha aprovechará la situación, para ganar votos, en función de una agenda populista.
Lo políticos hipócritas que ayer apostaron por la ficha de la “yihad” y del integrismo islámico, a la luz de sus componendas, deberían guardar silencio.
Los que piensen que esto es como un discurso de Bush, como las arengas en blanco y negro de Maduro, como un filme donde el mundo libre se enfrenta a la amenaza del lado oscuro de la fuerza, pues se les recomienda investigar y no dejarse llevar por las clásicas versiones maniqueas de la cultura mainstream.
El terrorismo es algo muy complejo. Y acá apenas tocamos la punta de iceberg. Alrededor, como vimos, hay demasiados cruces, demasiadas acciones y reacciones entre occidente y el mundo islámico.
A la paz la matan los señores de la guerra, sus financistas, sus fundadores.

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