Algunos piensan que la discusión ideológica es aburrida, que ésta solo existe para alimentar los egos de quienes discuten, café de por medio, sobre sus lecturas e (im)posturas ideológicas; como si se tratara de los personajes de aquella aburrida película canadiense de Denys Arcand, Las Invasiones Bárbaras, que contaba la historia de un grupo de envejecidos militantes socialistas que se pasaban la película discutiendo pendejadas, en ese estilo literal y anticinematográfico que caracteriza al director canadiense. Puede que eso sea así en ciertos círculos académicos e intelectuales, pero desafortunadamente no lo es en términos de la política real. La discusión ideológica en política, y especialmente en política venezolana, no se trata de burgueses hablando pendejadas intelectualoides y peleando por ver quién ha leído más libros, sino una necesidad de entender qué motiva ideológicamente al gobierno que oprime a Venezuela, para así comprender el origen de sus políticas, las motivaciones de su accionar, y claro: también se hace necesario esto para poder articular una respuesta y una alternativa, un modelo que sea realmente diferente al que impera en el país.
Desde hace días se leían por ahí a algunos expertos en el área económica que señalaban que venía una unificación cambiaria, e incluso alguno aventuraba que se levantarían los controles. Pues no, eso no ocurrió ni va a ocurrir porque el gobierno no abandonará su sistema socialista. Irá con él hasta el final, aunque eso implique acabar con toda la economía. Si los controles se acaban será porque colapsen, no porque el gobierno los vaya a levantar.
Esta noche, en medio de la retahíla de cursilerías patrioteras, retórica vacía y hasta esa vergonzosa grabación telefónica que “demostraba” una conspiración contra el gobierno, se hicieron los únicos tres anuncios verdaderamente relevantes: Qué mañana van con todo contra las distribuidoras; qué se aumenta en 15% el salario mínimo y se crea un Bono de salud para pensionados, ambos con dinero inorgánico; y que se mantendrán tres tipos de cambio, a saber:
- 6.30 BS por dólar, para alimentos y salud.
- Un sistema de subastas, que unificará Sicad I y II.
- Y una tercera tasa para un sistema que operará a través de la bolsa de valores.
Con esto, el gobierno venezolano decreta la destrucción de lo que queda de la economía venezolana. No hay rectificación, no hay viraje. Esta gente llevará su proyecto hasta el final, aunque eso implique acabar con todos nosotros. La medida contra los proveedores, como ya observaba un pana, es un escalón más en el lento pero sostenido ascenso hacia el socialismo: primero los productores, luego los proveedores y por último seremos los consumidores. Es la escala natural, es el camino que el gobierno ha escogido y del cual no ha habido cambio alguno en los últimos años.
Y sin embargo, con toda esta locura frente a nuestros ojos, todavía hay quien, con esa prepotencia pretendidamente preclara de algunos “analistas”, insisten en que el gobierno está débil, que está “técnicamente caído”, que “le falta un empujoncito” y demás fanfarronadas. Es bueno decirlo: el gobierno no está débil ni se está tambaleando; los que estamos débiles somos los venezolanos víctimas de las políticas socialistas. El gobierno, en tanto tenga dinero para sostener su aparato represor y burocrático, no tiene nada que temer. Al gobierno no le importa si pasamos hambre o trabajo. Al gobierno no le interesa resolver la escasez, porque ésta no es un problema para ellos, y porque si acaso les interesa garantizar que su base de apoyo no sufra tanto las colas, y eso lo lograrán a través de la distribución centralizada de alimentos. El gobierno no es “torpe”, tampoco es “incompetente”. El gobierno quiere que esto esté como está, y que se profundice. Lo dijo el Presidente Maduro en la cadena de hoy: “Vamos hacia la profundización del modelo”.
Insólito es que ante esta honestidad, todavía haya quien piense que el gobierno “no sabe qué hacer”, que Maduro es solo “un bruto al que todo se le fue de las manos”. Cuando la realidad indica que no, que esto es lo que el gobierno desea, y no se trata de si te gusta o no. A mí tampoco me gusta, pero entre más pronto entendamos que esto es el socialismo, el real, el único que existe, más pronto dejaremos de angustiarnos esperando medidas de rectificación de parte del gobierno.
Este es el momento perfecto para que la oposición planteé y proponga una modelo alternativo. Qué frente a las colas y la escasez, el déficit y la impresión de dinero inorgánico, las expropiaciones del aparato productivo y la supresión de toda la producción privada, la oposición propusiera un modelo alternativo basado en la iniciativa privada, la reducción del Estado, la limitación del gobierno, la libre circulación de la moneda, la eliminación de los controles de cambio y precios, la diversificación de la economía, y en general: el desmontaje del Petro-Estado populista. Este es el momento para dejar de girar en círculos y seguir intentando promover un populismo “bueno” desde la oposición, y más bien, por el contrario, comenzar a promover las políticas de mercado tan necesarias para que Venezuela salga de este foso de miseria y atraso del que se nos ha anunciado hoy que no solo no saldremos sino que incluso nos hundiremos más.
Desafortunadamente, parece que eso no ocurrirá. Desde la oposición, toda ella, la de la MUD, los “radicales”, etc., sólo existe un ánimo de seguir repitiendo, con una irresponsabilidad igual o hasta mayor que la del régimen, que “esto no es socialismo”, y peor: que este no es el legado de Chávez, sino su perversión y/o traición. Priva en algunos sectores que generan pensamiento e ideas en la oposición, la tendencia a creer que la salida a este desastre es conectarse con el discurso populista de Hugo Chávez y reivindicarlo para oponerlo a Nicolás Maduro. De esta forma se piensa que quienes siguen apoyando al gobierno se sentirán convocados por aquellos que se oponen al chavismo. Pienso que esto es nocivo e inoperativo desde el punto de vista pragmático. Nocivo porque Chávez puede convertirse en un equivalente venezolano del argentino Perón: una figura omnipresente en la política que arrope a todos los sectores y que se convierta en una especie de deudo al que siempre debemos rendir tributo; lo que provocaría que sus práctica políticas (represión, autoritarismo, socialismo, intervención del gobierno cubano, rentismo, parasitismo, militarismo) se naturalizaran y se convirtiera en la norma, lo que sin duda no contribuiría en nada a la necesaria reconstrucción del sistema democrático que debería proponerse desde el sector opositor. E inoperativo desde el punto de vista pragmático, porque hay que tener una ceguera política abismal y una arrogancia enorme para pensar que los militantes chavistas son imbéciles que apoyarán a quienes se opusieron al chavismo desde su mismo inicio, solo porque ahora, después de muerto, se quieren colgar de su imagen.
La salida sería que desde el sector opositor comenzáramos a defender ideas de mercado, a proponer la democracia liberal y las libertades económicas como forma de alcanzar el progreso, tanto económico como social. Esa sería la opción valiente, la de los verdaderos líderes que dicen las cosas incómodas y realizan el trabajo adaptativo necesario para salir del conformismo y promover un cambio, asumiendo los riesgos del caso. Desafortunadamente (espero equivocarme) creo que se seguirá apostando sobre seguro, se seguirán repitiendo las memeces de siempre y desde la oposición no se promoverá el necesario cambio de sistema. Hace falta el coraje para hacerlo, es más fácil seguir caminando en círculos y repetir ad-infinitum las mismas acciones que han fracasado en el pasado. Es triste que nadie lo diga, pero cambiamos de sistema o el país no avanzará. De parte del gobierno no esperen rectificación alguna: todo le está saliendo bien, porque este desastre es su plan, como era el de Allende, el de Fidel, el de Tito, y el de todos esos sanguinarios socialistas que destruyeron países y generaciones enteras.