El mensajero del futuro

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Hace años, mucho antes de la llegada del comandante con vocación de vaguada a Miraflores, conocí a un mensajero del futuro. A simple vista, él era un profesor del ISA (Instituto Superior de Arte) y estaba en Mérida impartiendo un ciclo de conferencias sobre Alejo Carpentier en la ULA, pero recientemente he advertido que su experiencia lo acreditaba como especialista en el futuro. Sí, en el futuro de un país cuyo aparato productivo ha sido expropiado y destruido por el Estado.

En esos tiempos, los recursos de los que disponía la universidad hacían posible que las actividades con catedráticos invitados duraran varias semanas. En ocasiones, el seminario o ciclo de conferencias también era impartido en los núcleos universitarios de Táchira y Trujillo, todo dependía de la agenda u otros compromisos del especialista invitado. El punto es que, por lo general, el especialista terminaba formándose una idea bastante completa de la infraestructura de la ULA, de su dinámica académica.

Yo era un estudiante de postgrado, había empezado a borronear mis primeras reseñas y ponencias, estaba considerando la posibilidad de concursar en la universidad; de ahí que un día me animara a preguntarle al profesor del ISA qué le parecían las condiciones de trabajo y el potencial académico de la universidad. Con el tono y la actitud de alguien que sabe muy bien de lo que está hablando, me respondió:

—¡Óyeme! Un país donde la gente no se despierta preguntándose si ese día irá a comer algo está destinado a ser una potencia… ¡EN CUALQUIER RAMA DEL SABER!

Yo quedé atónito. Bastante confundido, en realidad. Desde esa perspectiva, de nada valían el talento, la preparación académica, la constancia y el esfuerzo para sobresalir en el ámbito profesional. Todo eso era innecesario: ¡Lo único que se requería era tener la barriga llena!

Hoy, que los venezolanos estamos obligados a peregrinar y hacer colas durante horas y días para conseguir comida, medicinas y artículos de aseo personal, empiezo a entender por qué aquel catedrático cubano estaba tan seguro de lo que decía: él venía de un futuro que ningún venezolano era capaz de imaginar hace 20 años, el tipo de futuro que se inaugura cuando un gobernante intoxicado de poder ordena: ¡EXPRÓPIESE!

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