A nadie le gusta estar solo, ni física, ni socialmente. Quizás es por ello que cada profesión crea grupos, legiones, sectas, clubes, donde la gente que realiza actividades similares se reúne para compartir, es un modo de tener respaldo, y un círculo que te acoja. Eso no tiene nada de malo, dicho así suena humano y natural, sin embargo, algunas veces estas instancias sirven para segregar.
En Venezuela, un país donde las diferencias de clases se encuentran tan profundamente marcadas, sin que esto suene populista, es altamente peligroso (como es evidente hoy en día) que las personas sigan distanciadas o encapsuladas en parcelas. Hay un gran poder en la diversidad, en darles cabida a todos los estilos, sabores, colores y formas.
El país no se divide en dos bandos, ni en tres, ni en cuatro. No hay –o no debería haber- una forma de pensar única, ni un solo estilo válido para hacer las cosas. Aquellos que se refugian en su parcela y que solo son capaces de mirarse en los espejos de su entorno, viven en un estado de irrealidad, acogidos por el confort de creer que la verdad es aquella que los lisonjea, de creer que el mundo es su pequeño circulo.
En Venezuela se habla de “los enchufados”, definidos como aquellos que reciben dadivas del Estado, debido a sus relaciones sociales o poder político. Sin embargo, estos pueden ser rojos, amarillos, verdes, blancos, pues son una muestra del poder de las conexiones sociales, que en todos los ámbitos, son la puerta directa a las ventajas, en cualquier instancia o grupo cultural, político, y económico.
Cada club, cada grupo, cada legión, se alimenta de los pareceres, actitudes y razonamientos de sus integrantes, sin permitir la entrada o la apertura de algún elemento divergente. Es así que quienes no somos parte de ninguno, nos comportamos como simples outsiders, dedicados a vivir tomando lo que consideramos bueno o valioso venga de donde venga.
La aceptación de la diversidad, la apertura hacia la diversidad, es fundamental, lo fue antes y lo es ahora, y no hablo de política, de elecciones, de rojos o amarillos, es una cuestión de educación entender que no se le puede dar la espalda al prójimo, porque el camino de la vida, tiene mucho que ver con el modo en que tratas a los otros, lo amable, generoso, honesto o agradable que seas.
Es una cuestión de educación, no tratar con desprecio o de forma peyorativa, a quienes consideres adversarios o simplemente no se asemejen a tu modo de ver el mundo, no son de tu clase social, circulo cultural, color de piel o partido político. Es una cuestión de educación darse cuenta de que toda forma de vida que no agreda (mate, robe, o haga daño) a otro, tiene derecho a subsistir y posee un valor, así no podamos verlo.
La diversidad es esencial en cualquier país civilizado, el mundo es ancho y ajeno como escribió el poeta, y existe gente que ama la música de Arjona y sus detractores, ambos con razones igual de válidas, igual de poderosas.
Los clubes, círculos culturales, políticos o económico, se potencian cuando se permiten oxigenarse, darle cabida a lo nuevo, lo diferente, cuando no viven mirándose el ombligo y dando por sentado que la verdad es una.
Todos necesitamos de todos, cada persona en la sociedad realiza una tarea encomiable (ninguna mejor o más importante) el mecánico, profesor, taxista, escritor o ingeniero se necesitan para subsistir.
Eres lo que das, cuídate de no dar basura, no vaya a ser ese tu verdadero reflejo.