En ingles la palabra legado es legacy y en el ámbito informático y de computación este término tiene una connotación más bien negativa; son aquellos sistemas o programas informáticos que cumplen su función pero que por lo general están ya obsoletos, desarrollados en tecnología viejas, el fabricante no da soporte o lo da de manera limitada y su función, si bien la cumplen, lo hacen de manera muy ineficiente relativo a un sistema más moderno.
La cuestión es que la total obsolescencia de estos sistemas resulta muchas veces más cara que mantenerlos operando. Algunas veces, claro está, no hay alternativas por razones estratégicas y se incurre en el gasto que representa cambiar todo así se pudiera seguirlo utilizando por un tiempo más.
En este sentido el legado de Chávez es nulo. No existe. No lo hay. No califica ni siquiera para ser catalogado como un sistema legacy. Este aparato ideológico que Chávez implementó a punta de puño y discurso dominical es uno que lleva obsoleto como 30 años y que en su momento estuvo claro que no funcionaba. No solo eso sino el fabricante original quebró y ya lo que queda es un antiguo representante de ventas y servicio posventas en una islita de mierda en el Caribe que además de cobrar una fortuna por dar soporte no lo termina de hacer funcionar. La culpa, alegan, es que el “hardware” en donde el sistema tiene que ser instalado, es decir el entorno geo-político, sea este el Imperio, la oligarquía local, el Capitalismo Global y Acecino, las iguanas saboteadores y pare usted de contar, no es apto para que un sistema tan sofisticado y avanzado funcione de manera óptima.
Está más que claro que desmontar este bodrio es ordenes de magnitud más barato que seguir insistiendo en hacerlo funcionar. Nunca va a funcionar porque no está diseñado para que funcione.
Chávez es el consultor informático que llega a una empresa que operaba más o menos bien e “instala” un nuevo sistema (que no un sistema nuevo) de su propia inspiración que lo destruye todo, lo vuelve todo mierda, los empleados empiezan a hacer las vainas manuales de nuevo y que habían dejado de hacer de esa manera desde hacía décadas, cualquier actividad por más sencilla que sea toma 10 veces más del tiempo que tomaba antes. Las rencillas internas empiezan aflorar como nunca ya que los empleados lo que hacen es tirarse la papa caliente entre ellos. Nadie asume el mínimo de responsabilidad. El comportamiento organizacional se degrada a niveles jamás vistos; son los empleados trabajando para el sistema y no al revés. Lo peor es que la empresa tiene un producto estrella que lo vende donde le da la gana con beneficio y que sin embargo no puede capitalizar en desarrollar y crecer aún más sus capacidades porque la herida sistémica es tan grande que lo chupa todo y no deja recursos para nada más. No contento con eso el “consultor” estrella cobra una fortuna y de paso mete horas de consultoría extra para beneficiar a su familia y amigotes si bien nadie nunca les vio la jeta haciendo algo mínimamente productivo. El tipo se va, o se retira, o se muere, ¿qué más da?, y cuando los inevitables desastres ocurren se oyen las culpas en el fondo como alaridos de perro rabioso despotricando del “hardware”, o del que limpia las oficinas por meterse a limpiar en la sala de servidores, o cualquier otra sandez.
Si se le preguntara al Gerente General de Informática cuál fue el legado que este señor dejó ¿que respondería?