Esta última parte la dedicaré a una afirmación que usted y muchos de sus seguidores comparten, que es: “Las elecciones legitiman al régimen”
Toda persona que haya aprendido nociones fundamentales de Derecho Constitucional e Instituciones Políticas ha de advertir la jocosa ironía en esa expresión, porque es contraria a una premisa –que yo comparto- “Los que adversan al régimen son mayoría”.
La doctrina suele distinguir entre la legitimidad y la legalidad. En nuestro contexto, ambas son cualidades que puede tener una autoridad pública, pero son muy disímiles en su significado. Sin ánimos de dar definiciones muy exhaustivas, las daré brevemente.
Legalidad se refiere a que la autoridad pública tiene su origen en el cumplimiento de un procedimiento legal establecido para ello, y en su ejercicio está sujeta al ordenamiento jurídico. En cambio, la legitimidad se refiere al consentimiento de los gobernados de que la autoridad que detenta el poder; efectivamente, puede ejercer el poder y debe ser obedecida.
Existen tipos de legitimidad: la legitimidad de origen y la legitimidad de ejercicio. En los sistemas democráticos, tiene legitimidad de origen aquella autoridad que es electa para serlo; es decir que el pueblo consiente la autoridad del gobernante. Tiene legitimidad de ejercicio aquella autoridad que respeta y garantiza los Derechos Humanos.
El punto de nuestra discusión es la legitimidad de origen, puesto que es indiscutible su relación con las elecciones, que además es el tema que ahora nos concierne.
Salvando ciertas precisiones, un gobierno es legítimo de origen cuando este cuenta con la mayoría del apoyo popular. Claro es que en términos de legitimidad, no importa que otro sector de la población no sea afín a quién detenta el poder, lo que importa es el consentimiento de este sector de que la autoridad que detenta el poder puede ejercerlo, dado que goza el apoyo popular de la mayoría.
Tal vez, en los sistemas democráticos es muy difícil ejemplificar lo descrito anteriormente. El ejemplo de las monarquías absolutas es más sencillo.
La autoridad de la monarquía era otorgada por voluntad divina y el pueblo así la aceptaba, aun cuando no le gustara el rey. La ilegitimidad del gobernante venía dada del no consentimiento de que esa autoridad fuera otorgada por Dios a un individuo. Además, este caso es distinto al de la ilegalidad, pues un supuesto de ilegalidad sería que en un reino en el que rige la ley sálica, una mujer tenga la corona, pero que el pueblo crea fervientemente que esa mujer ha sido designada por Dios para gobernar.
En Venezuela, hay muchos ejemplos de esa distinción. Tal es el caso de Carlos Andrés Pérez que cuando fue acusado de corrupción, puede decirse, que por ese hecho el pueblo en general desaprobó la autoridad de Carlos Andrés Pérez como legítimo detentador del poder, lo cual conllevó a su renuncia, a pesar de que había sido electo conforme al ordenamiento jurídico establecido.
Por último, por el bien de la conclusión que voy a plantear bajo este razonamiento, voy a aclarar un punto sobre las formas de legitimación. Una de ellas es la racional-legal, planteada por Max Weber, que se da cuando los gobernados consienten el ejercicio del poder por parte de una autoridad, puesto que se cree en la legalidad de las ordenaciones estatuidas. Por ejemplo: la realización válida de las elecciones es prueba de que una determinada persona cuenta con la mayor parte del apoyo popular y por ello, aun cuando no se haya votado por ese candidato se reconoce su autoridad. Cabe destacar que esta forma de legitimación es la que defiende el gobierno, ya que –dicen ellos- ganaron las elecciones.
Aclarados los puntos anteriores, puedo concluir que decir que las elecciones legitiman al régimen implica que la realización de elecciones llevaría a que Maduro (O cualquier otra autoridad pública) obtuviera la mayoría de votos, y que el pueblo venezolano consintiera ello y reconociera que Maduro ejerce legítimamente el poder político. Esto es profundamente contradictorio con varias de nuestras premisas, que son:
- Maduro no cuenta con el apoyo popular de la mayoría.
- Sabemos perfectamente que hubo vicios en el proceso electoral.
- La generalidad de la población, independientemente de su forma de demostrarlo, no consiente:
- La legalidad de las elecciones.
- Que Maduro tiene la mayor parte del apoyo popular.
- Que Maduro es el depositario del ejercicio del poder político.
En términos, sencillos, usted está diciendo que Maduro ganó las elecciones y que el pueblo consiente ello. Es decir, no sólo que Maduro es legítimo, y así podría razonarse en este contexto, también está diciendo que es legal.
(Sinceramente, no quisiera discutir sobre todas las pruebas que usted muestra en su página web y en Twitter, pues mi intención no es ponerlo en duda. Mi interés con esta carta es otro. Con ese fin, robaré unos rasgos de su discurso y emularé un poco la estructura de sus razonamientos)
Si usted nos dice que las elecciones legitiman al régimen. ¿A caso realmente se han ganado los últimos procesos electorales? ¿Cada vez que usted publica algo que pone en duda la legalidad y legitimidad del régimen es mentira puesto que acepta que “las elecciones legitiman al régimen”? ¿Es usted un colaboracionista (O como quiera llamarlo) que es tan traidor como quien llama “Presidente” a Maduro?
Me parece que al decir que “las elecciones legitiman al régimen” implícitamente, usted dice que en caso de realizarse nuevas elecciones Maduro contaría con la mayor cantidad de votos y el CNE no actuaría ilegalmente.
(Ahora continúo sin la anterior simulación)
Si esa afirmación fuera cierta, sería sumamente grave, ya que invocar el Artículo 350, el llamado “Derecho de Rebelión” no tiene ningún sentido, porque desobedecer y rebelarse ante una autoridad legítimamente y legalmente constituida es contrario al bien jurídico que justamente el Artículo 350 intenta proteger. Dice el prenombrado artículo:
“Artículo 350.- El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraría los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.” [Cursivas añadidas]
No creo que usted realmente piense que las autoridades públicas del país son legítimas, ni legales. Pero, luego de una interpretación de las palabras que usted ha compartido, se ha concluido eso. Reitero que no quiero poner en duda todas sus exposiciones sobre la MUD y los otros líderes políticos, pero, utilicé exactamente su discurso y he hecho las mismas acusaciones que usted, basado en interpretaciones muy parecidas a la que usted hace. Para mí esa clase de razonamientos que usted hace son, en muchísimos casos, inciertos y así lo he demostrado interpretando “Las elecciones legitiman el régimen” (Salvando que no todas las acusaciones que usted hace se plantean de esa manera)
En este orden de ideas, ese razonamiento que usted plantea, en su histeria contra el castro-comunismo, en muchos casos no es muy distinto al del Ministerio Público y al de muchos jueces venezolanos, cuando interpretan el discurso de Leopoldo López para acusarlo de provocar los “actos de terrorismo”. Creo fielmente que eso es parte de la ceguera ideológica del castro-comunismo que “pone cosas dónde no las hay” y busca esa absurda venganza histórica. Usted, no es muy distinto cuando habla de un “radical” chavista.
Siguiendo esta idea quiero a hacer referencia a que usted dice ser radical por “Ir a la raíz del problema”
Primero quiero aclarar que si le preguntáramos a Hitler cuál era la raíz de todos los problemas de Alemania en el período inter-bélico respondería ”los judíos”. Así que, eso de ir a la raíz del problema, tampoco lo salva ni de ser (si le gusta más) extremista ni de la ceguera ideológica.
Por otro lado, tampoco esa afirmación lo salva de ser muy distinto a Mario Silva, usted sufre de esa ceguera ideológica de la cual Octavio Paz advierte cuando dice: “La ceguera biológica impide ver; la ceguera ideológica impide pensar” Viendo que las acusaciones que yo he planteado contra usted, emulando varias de las suyas, son completamente ciegas, infundadas y basadas en simples interpretaciones retorcidas ¿Me va a decir que usted no tiene un poco de ceguera? Parece que es cierto que los extremos se tocan.
No sé si Nietzsche utilizó estas palabras en el mismo sentido que yo las voy a utilizar, por eso, a todos los Filósofos profesionales que lean esta carta quiero decir que reconozco mi ignorancia sobre el tema.
Sr. Robert Alonso, “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”
Fernando Obregón
Nota* Publicado originalmente en: https://fernin94.wordpress.com/2014/06/25/carta-abierta-a-robert-alonso-el-refugiado-mayor-ultima-parte-las-elecciones-legitiman-al-regimen/