Sabía que su discurso no resolvería nada, cada palabra que pronunciaba lo alejaba más y más de sus interlocutores. Como buen exponente de la ficción del lenguaje exponía sus ideas con tal soltura que se le veía complacido, en su elemento, como pez en el agua. La masa que atestaba el recinto, con poca ventilación, se revolvían en sus sillas, miraban para todos lados; era un total infierno aquello. El hombre que portaba la verdad en su boca, no dejaba de hablar; llevaba algo más de dos horas discurriendo entre temas diversos, en los cuales parecía tener una solución inefable para cada pregunta que se hacía:
- ¿Qué haremos compañeros, con el tema de la inseguridad?
- Pues nada, lo que queda es tomar la justicia por nuestras propias manos.
- Los incrédulos me dirán, que la violencia conlleva a la violencia, pero a esos yo les respondo: no hay porque alarmarse, el ciclo de la vida necesita vivos y muertos, eso lo explica todo. No somos eternos, somos mortales.
- Y me pregunto, ligando este punto con un asunto trillado hasta la saciedad, ¿Qué paso hemos de dar primero?
- Lo que haremos primero compañeros es: empezar por recorrer calle por calle, casa por casa, rancho por rancho; y escuchar a la gente, pues dándoles a entender que nos preocupamos por ellos contamos con su importante voto.
- El paso siguiente, es tomar fotos impactantes de mi persona, besando ancianos, cargando niños y jugando con perritos tiernos, una buena postal compra conciencias.
Los esperanzados votantes salieron del recinto, con sus caras talladas por la ilusión de un futuro mejor, con un corazón que no les cabía en el pecho. Luciendo su mejor sonrisa, el político que los enamoro durante la reunión, disfruto de sus admiradores mientras se disponía a encender su carro último modelo. Dejo su impronta en la comunidad y un leve aire de duda sobre su humildad.