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El frío de un ángel

Hace tanto frío esta noche… La brisa traspasa paredes y se mete por las venas como una inyección de hielo que lacera el alma. En las noticias dicen que una masa de vientos glaciales se desplaza sobre la costa. Tú aún no lo sabes, pero existen otras razones para tanto frío. Mientras habla el señor del tiempo, recuerdo esa historia que leíamos juntos cada noche antes de dormir. ¡Me asombraba tanto ver cómo escuchabas con atención el mismo final que ya conocías de memoria! Cada vez, como si fuera la primera, me abrazabas con fuerza porque el cuento te daba miedo, aunque al final siempre ganaban los buenos y sólo entonces te dejabas vencer por el sueño. Yo me retiraba con suavidad luego de darte un beso, dejándote dormido. Pero esta noche no es como otras. Me pides que no te abrace tan fuerte porque te hago daño. Y tienes razón: no quiero que sepas que hoy no eres tú, sino yo,  quien siente miedo. Miedo a que en nuestro cuento, después del “vivieron felices por siempre”, descubramos una página nueva que nos cambie el final.   A que se acaben las risas desparramadas sobre el mantel de la cocina a la hora del almuerzo. A que un día me toque a mí, como a tantas otras madres, suplicarle a Dios que no sea verdad, que no seas tú el que quedó tendido en mitad de la calle.  A que se me atraganten la rabia y la impotencia entre tanto dolor enquistado. Por eso y por tantas cosas, esta noche es diferente.  Hoy quiero que duermas a mi lado y como no puedo hablarte de mis miedos te digo: “Tengo frío, ponte aquí cerquita de mí y leamos otra vez aquella historia en la que los buenos siempre ganaban y todos vivían felices por siempre”. Esta noche hay un ángel nuevo en el cielo. Tú no lo sabes. Se llama Kluiverth… y hace tanto frío…

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