No en vano me tomo el atrevimiento de tomar el título de una película de Quentin Tarantino para este texto. Un maestro, escritor y periodista con quien trabajé muchos años me enseñó que ‘el arte de titular es el arte de fusilar’. Fusilar una referencia literaria, cinematográfica, ensayística; fusilar como ejercicio intelectual. Eso es arte. Y su estética puede, también, ser violenta, para muestra, la cinta que da nombre a este texto.
Pero el fusilar en su sentido más propio consiste en matar, suprimir y eliminar cobardemente a otro, como lo hiciera anoche en Zurda Konducta el embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA) Roy Chaderton, cuando dijo que ‘la bala de un escuálido en la cabeza se olvida rápido’, mientras el cuarteto de la ofensa conformado por Carvajalino y compañía se reía de tan perversa afirmación de la boca de un miembro de la OEA. Vergüenza.
https://www.youtube.com/watch?v=QNE_DNItUcU
Y sin ir muy lejos, el periodista y escritor Carlos Flores escribió una columna de opinión para el Huffington Post titulada Carta a Hugo Chávez (en el infierno) que provocó no una respuesta, sino una abierta mentada de madre sin precedentes vía Twitter del gobernador del estado Aragua, Tarek El Aissami. Aquí la joya:
Y un poco más lejos, vale también recordar la mentada de madre televisada de Mario Silva al presidente del diario El Nacional, Miguel Henrique Otero, quien demandó a Silva y cuya resolución por parte de la justicia venezolana fue que ‘hijo de la grandísima puta’, no constituye una ofensa. Vergüenza.
Más lejos todavía, cuando se filtró aquella morbosa grabación en la que Hugo Chávez decía estar vivo y por esos azares conveniencieros del gobierno la culpa había sido de JJ Rendón y en medios oficialistas y redes sociales se creó la etiqueta #JJRendónMalNacido. Vergüenza.
¿En qué nos hemos convertido?
Dicen que el venezolano tiene mala memoria; yo creo que tiene mucho aguante. Por mi lado, me jacto de mi memoria y al poner en la balanza la verborrea de paz y amor e inclusión del madurismo y el descaro de que en ‘Venezuela no se tolera ningún tipo de violencia’, versus las detenciones arbitrarias, la represión desmedida y el exacerbado aumento de presos políticos, lancé una afirmación en redes sociales de la que hoy me arrepiento. Escribí ‘quiero pensar que el chavismo crítico existe, pero, coño…’, y todo el feedback que obtuve fue que efectivamente, no existe.
Por casualidades del ciberespacio alguien comentó hoy una vieja foto del escritor Raymond Nedeljkovic del 16 de febrero de 2014 –fecha de plena represión- cuyo encabezado dice que ‘haría mucho bien al país sacar del aire a @ZKTV. Nada avanzamos con los hijos de Mario Silva propagando el discurso de confrontación’.
Raymond Nedeljkovic es abiertamente oficialista y no me importa. Lo conocí cuando escribí una reseña de su libro Los impresentables para Papel Literario, del que posteriormente Guillermo Parra hizo una traducción al inglés. Aun con posturas contrarias, la relación entre Nedeljkovic, Parra y yo, ha sido cordial y respetuosa. Esto me llevó a comentar nuevamente su foto preguntándole qué opinaba sobre las declaraciones de Roy Chaderton sobre el nopasanada si un balazo le vuela la cabeza a quien no comulgue con el chavismo. Y lo pregunté con la mejor de las intenciones, a sabiendas de que –qué bueno- el chavismo crítico sí existe.
No más hablar de Chaderton; Nicolás Maduro; Diosdado Cabello; Elías Jaua; Calixto Ortega; Iris Varela; Andrés Izarra y ese largo etcétera del malandraje y la ofensa con chapa que día a día propaga el desprecio. Como venezolano, lector y periodista no espero humildad ni mejora en sus discursos.
Es la juventud oficialista, esa que a costa de llamarse hija de Chávez y llevar sus ojos en una camisa a lo Gran Hermano endógeno, se cree rebelde y contestataria mientras se hace de la vista gorda ante la ofensa, la represión, el descaro y la muerte; la misma que se ufana de la heroicidad sin épica de un golpe de Estado fallido cuyo protagonista fue el primero en desertar; la que prefiere creer que Hugo Chávez no renunció el 11 de abril cuando la cosa se le puso chiquita; la que se dice rebelde bajo el manto de impunidad y protección del Estado que le consiente esa ‘rebeldía’; la que se atreve a tildar de fascista al contrario a sabiendas de la cantidad de civiles armados y organizados para reprimir y matar con venia del gobierno; esa que se dice de izquierda y tiene un Iphone o un Galaxy y usa a mansalva herramientas capitalistas como Facebook, Twitter, WhatsApp e Instagram y a punta de hashtags se sazonan la idea de que son espacios conquistados por ellos; la que se hace eco de las torpes palabras de amor e inclusión de Nicolás Maduro y aúpa el guapismo de barrio de Diosdado Cabello mientras ignora su gran fortuna; esa juventud aún más joven que nosotros los que nos acercamos a los 30, que no conoció a la IV, ni bipartidismo o derecha alguna, que nació y murió en tiempos de revolución de un tiro en la cabeza como de la que Roy Chaderton se mofó con ese tono sofisticadamente amanerado y provocador.
Hijos bastardos, no reconocidos, porque también son víctimas del hampa, la escasez y servicios paupérrimos, y ese paternalismo absurdo les hace pensar que todo (¡todo!) es culpa del contrario; es una conspiración y una nueva batalla ficticia que los hijos bastardos acometen sin gloria alguna porque al final del día el país sigue tan o más jodido que ayer.
Ya habrá quien salga a decir que la oposición también es violenta y reaccionaria; que las burlas del cáncer de Chávez y una seguidilla que llegue a Marx y al odio de clases. No les quito razón alguna, al contrario. También he sido crítico de acciones desmedidas, oportunismos de rigor y cuatriboleados demodé.
Ahora está sobre la palestra la declaración de Obama sobre la ‘amenaza para la Seguridad Nacional’ que le representa Venezuela a Estados Unidos. Como leí por ahí ‘que venga lo que tenga que venir y cada quien asuma de acuerdo a su conciencia’. Pero recordemos, todos, que su padrastro Nicolás dijo que saldría a pelear a la calle con el pueblo; pregúntense en sus corazones si eso es cierto y nunca, nunca, se olviden de pedir la bendición.