Hace algunos años, quizás, se podía argumentar de la motivación que podría tener los Estados Unidos en realizar una invasión militar a una Venezuela con un gobierno ajeno a sus intereses por motivo del control de los recursos naturales del país, así como hoy se argumenta de motivaciones similares en las invasiones Iraq y Afganistan. Pero si hay alguna promesa que los gobiernos de Chávez y Maduro han cumplido ha sido la de disuadir una intervención estadounidense; pero no lo han hecho por medio de un fortalecimiento de la posición de Venezuela en el escenario político internacional, sino todo lo contrario: haciendo a Venezuela una vaca flaca, un terrenito más digo de la lastima que de la avaricia norteamericana.
Ya en primer lugar Venezuela nunca amenazó, o en todo caso cumplió, con desmejorar su relación comercial con EEUU: siempre ha sido un feliz vendedor, aún para suplir los drones y jets del ejército estadounidense; ya después habrán tribunas en las organizaciones internacionales para pintar una posición antiimperialista. Y ahora con la caída en la producción nacional petroleo, Venezuela pasa a ser sólo un actor de segunda en el juego energético mundial. El verdadero big boss de la OPEP, Arabia Saudí, rechaza las propuestas de Venezuela para las cuotas de producción del cartel. Arabia Saudí también es un socio cercano de los Estados Unidos, y éste además ha venido aumentado su producción interna con resultados exitósos desde hace ya un par de años, por lo que no tienen mucho de qué preocuparse por la producción petrolera venezolana en caída.
La posición estadounidense es más clara en las declaraciones de John Kerry, donde invita a los países de Petrocaribe a «diversificar sus fuentes de energía» y «reducir así su dependencia de Petrocaribe». Un discurso más cónsono con un preámbulo a una invasión sería el de alarmar un inevitable desastre por causa de la administración fallida del gobierno venezolano, para así justificar luego su suplantación. En cambio, la alarma viene más como si se considerara a Venezuela ya una causa perdida, y la salida a la crisis inminente no es rescatar al productor, sino cambiar de productor.
La declaración de Venezuela como un riesgo para la seguridad interna de EEUU es, a mi juicio, un error político que está de sobra en el anuncio de las sanciones, por demás justas y merecidas, a altos funcionarios chavistas: su inclusión sólo da leña al guión oficial de la Venezuela agredida desde el norte; guión que a final de cuentas estaba y seguirá siendo ejecutado, y que no necesitaba más combustible; y que además dan pie a bazofias propagandísticas como este artículo de Al Jazeera, que a pesar de su puerilidad alimentará la visión desfazada de movimientos de izquierda a lo largo del mundo de una supuesta e inminente invasión al país. Pero Venezuela no será invadida. El pueblo chavista (y el pueblo venezolano en general) tiene otras preocupaciones mucho más tangibles y urgentes.