Extraño escritor que supo captar todas las injusticias (legitimas por cierto) de un continente signado por las intervenciones e intereses corporativos del Gigante del Norte pero que fue incapaz de tener la perspicacia de entender que el justiciero no siempre brinda las mejores soluciones, las más sostenibles, las más creativas y por ende en el largo plazo las más justas. Digo esto último por su apoyo incondicional al chavismo. Él está en su derecho de haber apoyado lo que quisiera pero cierta izquierda culta, representada por el finado, peca muchas veces de exceso de champaña y falta de sentido común. No basta hacer algo frente a las injusticias sociales, hay que hacer las cosas bien y no a los coñazos y sobre todo libre de intenciones espurias que me parece a mí eran las que tenía Chávez en el fondo de su alma.
Quizás el problema de Venezuela nunca fue la mala distribución de la riqueza sino que no había mucho que repartir en primer lugar. Viviendo del petróleo y con un monopolio de facto una clase empresarial se acostumbró a invertir muy poco y a vivir de la explotación directa de los recursos, incluyendo el laboral. Es imposible crear riqueza en un sistema capitalista sin inversión privada. ¿La solución del chavismo? Reventar a los empresarios y repartir lo que entra por petróleo entre todos lo que en términos absolutos puede sonar mucho pero cuando se divide entre millones da para una arepa con mortadela. Y como era poco, o al menos muy poco para seguirse reeligiendo indefinidamente, se (nos) endeudó hasta la coronilla. Lo que se vive en Venezuela en estos momentos es la consecuencia de todo esto. El presente no podía devenir de otra manera. El petróleo no da para tanto sobre todo considerando que la variabilidad de la producción siempre será infinitamente menor que la volatilidad de los precios.
¿No hubiera sido mejor que ningún petrodólar entrara en Venezuela y se quedara afuera en un fondo soberano? ¿Cómo hace Noruega de hecho, uno de los países más ricos y civilizados del mundo? Crear los incentivos para que la economía funcione como debe de funcionar era una tarea muy ardua para estos pitecántropos. Si al empresariado se le hubiera incentivado a dedicarse a invertir y producir en vez de destruirlos, quizás luego de quince años estaríamos hablando hoy por hoy de un “renacer” de la industria venezolana con todos los empleos y la prosperidad que esto puede generar. Esto aparte de un fondo soberano que pudiera estar montado en los 800.000 millones de los verdes para hacer inversiones de gran envergadura. ¿Pero qué político aquí va a renunciar algún día a ser el “jefe del campamento minero”? Ellos son los primeros que quieren que el último de los petrodólares ingrese en el país para ellos escoger quien gana y quien pierde. Para el chavismo nunca fue una cuestión de atacar las causas ultimas de la situación sino de quien se quedaba y repartía la piñata. ¿Si una revolución no se hace para atajar las causas de fondo, para que entonces se hace?
En todo caso esto era sobre Galeano. Traigo todos estos aspectos económicos a colación porque él mismo admitió que “Las Venas Abiertas…” iba a ser un libro sobre economía política pero dada su insolvencia en estos temas le salió lo que ya conocemos. ¡Vaya detalle y las mentes que ha trastocado este desliz! Una lástima que esta izquierda, como decía antes, se quede en la denuncia y en los actos justicieros pero que sea incapaz de dar el salto más allá el cual es analizar que incentivos está teniendo una sociedad en particular para que funcione como está funcionando y que se puede hacer para crear los incentivos adecuados. Se hacen llamar intelectuales pero es lamentable la visión de túnel que tienen y su predisposición crónica a recetar revoluciones por doquier. Casi siempre con una revolución se está matando una hormiga con una bazuca. No hay mejor ejemplo que Venezuela, con todos los problemas que tenía las cosas pudieron haberse hecho muy diferente, más sutilmente, sin tanto programa dominical, y hoy quizás estaríamos un poco mejor que hace 16 años. Tampoco hay que pedirle peras al olmo. Pero la realidad es que estamos sustancialmente peor, con instituciones destruidas (sin instituciones es muy difícil construir una nación) y con una parálisis política a la que no se le ve un final. Si como dice Galeano, Chávez “alfabetizó a dos millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo” se le olvidó decir que se llevó a otras veintiocho millones de personas por el medio.
De cualquier manera paz a sus restos.
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