No cabe la menor duda que el país atraviesa una crisis de valores. La honradez, la honestidad, la búsqueda de la excelencia y la mística del trabajo se han ido perdiendo en Venezuela al ser sustituidos por el ansia de poder, el facilismo y el amiguismo. No hay en día un sistema que recompense al ciudadano común por comportarse con un mínimo de civilidad.Por el contrario, es normal que el abusador se crea con el derecho de insultarte, vejarte o incluso eliminarte pues hoy en día son los dueños del país.
Es tan grave la crisis que desde el alto gobierno importa más la fidelidad perruna que la honestidad y la eficiciencia. Por poner un ejemplo hace unos días El Aissami de manera muy cándida y sin ningún tipo de complejo admitió que tanto él como Chávez sabían de la corrupción de Rafael Isea pero que prefirieron callarla. Porque hoy en día no acatar las normas da réditos, por eso los Pranes son celebridades y los muertos son los pendejos. Porque recordemos que ser pendejo en Venezuela es un pecado mortal.
La verdad es que poco importa si los malandros, pranes, militares o miembros del PSUV son más o son menos que las personas sensatas del país porque el territorio es de ellos. Nosotros somos los raros, los que no cabemos (y por eso muchos nos hemos ido). Los que nos horrorizamos porque hay gente capaz de mover un cadáver para agarrar una harina PAN. En Venezuela nosotros somos los del problema. Es la ley del más fuerte y nosotros somos los débiles. Suena duro pero es la verdad y por eso no hemos podido ganarles. ¿Para qué estudiar si con una pistola gano más que el ingeniero taxista? ¿Para qué ser honesto si con hacerme la vista gorda me cae una comisión?
Yo también creía que podía ser el cambio que quiero ver en el mundo pero eso será cierto fuera de las fronteras del Pranato. Es cómodo pensar que con tus valores se puede salvar el país, que podemos ser como quería Miguel Ángel Landa con su haz el bien y no mires a quién. Pero no es cierto. El país no va a cambiar porque tú no tires un papel al suelo, porque no te metas por el hombrillo o porque no te colees en el cine. El país cambiará cuando tenga que cambiar si es que eso llega a pasar.
No estoy diciendo que ahora tenemos que comportarnos todos como los gandules que nos expropiaron el país. Hay que continuar luchando por no convertirnos en ellos pero por nosotros mismos, por nuestra paz mental y nuestra conciencia colectiva. Seguir resistiendo la tentación. Pero siempre teniendo en cuenta que el país ya no es nuestro. Que lo perdimos y quizá nunca regrese (o no existió). Y acabemos ya con todas las frases de autoayuda del tipo: “esto es culpa de todos” o “no todos somos así” porque en verdad no importa.