La parodia del cavernícola era su plato fuerte. Como comediante de a ratos libres formaba círculos a su alrededor, y los compañeros de trabajo le ovacionaban y le dedicaban algún adagio del dominio público. Por ese entonces comenzaba a encorvarse, y se sujetaba los pantalones con unos tirantes muy simpáticos que le hacían parecer un payaso de semáforo. No tardo en llamar la atención de su jefe, que le dio unas semanas libres para que desarrollase a placer sus números. Al poco tiempo consiguió su retiro definitivo, se fue a pasar sus años dorados en un zoológico; donde servían frutas una vez al día y le dejaban libertad para fumar en su jaula.