Eso que llamamos Universidad.

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La virtud del niño es el deseo, y su papel, soñar.

Pero la virtud del hombre es querer, y su papel, hacer, realizar.

José Ortega y Gasset.

La sociedad necesita buenos profesionales -jueces, médicos, ingenieros, politólogos- y por eso está ahí la Universidad con su enseñanza profesional. Pero necesita mucho antes que eso algo primordial para asegurar su existencia misma: Estudiantes. Desde su institucionalización en Europa, los que podían ingresar a una Universidad debían cumplir con varios requisitos. Tres de ellos eran primordiales y obligatorios: saber leer, escribir, y tener ciertos conocimientos en las matemáticas. Muy poco importaba, pues, que tuvieras un apellido de renombre o una »sangre azul» de caballero. Es así como hoy en día todas las Universidades -al menos las de renombre- te obligan a poseer un conocimiento vasto en diversas áreas, mientras que muy pocas toman en cuenta el nivel socio-económico de éstos, ya que se ha entendido que tal medida es excluyente y discriminatoria en pleno Siglo XXI. Cosa que el gobierno de Maduro no ha entendido y -al parecer- nunca entenderá porque, aunque sostengan un discurso contra la discriminación, son éstos quienes promueven la exclusión determinando quién entra a las universidades dependiendo del nivel socio-económico y de una supuesta »participación ciudadana» que está condicionada por la militancia política del aspirante.

La universidad significó un principio diferente y originario, aparte del Estado. Era el Saber constituido como poder social. Como dice Ortega y Gasset: »Frente al poder político, que es la fuerza, y la Iglesia, que es el poder trascendente, la magia de la Universidad se alzó como genuino y auténtico poder espiritual: el conocimiento.» La universidad, tal y como hoy se presenta dentro de Venezuela es un bosque tropical de enseñanzas que tuvo su época de crecimiento hasta cubrir el horizonte de la juventud, pero que hoy en día los vacíos de crecimiento son provocado por incendios de gran magnitud que tiene un solo responsable: El gobierno nacional.

Y es que todos los gobiernos autoritarios en América Latina (Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Juan María Bordaberry en Uruguay) han buscado doblegar la universidades y sus estudiantes. En Venezuela hemos visto claros antecedentes de querer doblegar los centros de conocimiento del país. Desde asignación de presupuesto por debajo de lo solicitado, dejándola en una clara dependencia de créditos adicionales asignados por la Asamblea Nacional, pasando por la activación de colectivos dentro de cada recinto para amenazar la participación de un Movimiento Estudiantil legitimado en elecciones de representación, hasta llegar a lo último: Asignación de cupos en casi su totalidad para las Universidades autónomas.

En una clara decisión arbitraria y anti-constitucional, el ejecutivo busca olvidar el Artículo 26 de la Ley de universidades y el Artículo 109 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, dejando atrás el concepto de Autonomía, palabra que le da dolor de cabeza al Presidente Maduro. Porque si lo que busca este gobierno es calidad y eficiencia, dejaría de implementar medidas populistas que buscan claramente un beneficio político. Y lo peor de todo es que estas decisiones no son de extrañar de un gobierno enmarcado en las violaciones constantes de las leyes.

Siempre vemos nuestro pasado como ese aglomerado de experiencias que permitirán afirmar nuestra existencia en el presente. Somos, pues, resultado de ese pasado que deseamos recordar como parte intangible de nuestro ser. Es así cuando les preguntamos a nuestros padres por la época más bellas que ellos vivieron, que fue la Universidad como símbolo de vanguardia. Pero ese recuerdo no es pasivo: siempre reviven de manera imperante el montón de protestas que fueron, el olor putrefacto de un gas lacrimógeno a sus pies. »Nosotros no corríamos cuando nos lanzaban bombas. La devolvíamos con la mano» siempre despierta eufórico mi padre al ver protestas de hoy en día siendo dispersas en un abrir y cerrar de ojo. ¿Y por qué hacían todo eso? ¿Por qué marchaban? ¿Por qué se tragaban las bombas? ¿Por qué exponían sus vidas? Le pregunté a mi padre de manera inquietante… »Porque la Universidad es como tu madre: te cría, te aconseja y te forma. Y si ves que le quieren hacer daño darías la vida porque así no suceda. Por eso hijo»

Este 28 de mayo vamos, pues, desde Plaza Venezuela hasta El Ministerio de Educación Universitaria, a preservar esa madre que tanto nos ha querido demostrando que daríamos todo por nuestra alma mater. Junto a profesores, trabajadores y compañeros de clases estaremos #UnidosPorLaEducación.

Eduardo Arellán

Estudiante Politología – UCV

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