El éxito de un país radica en la fortaleza de sus instituciones, más nada. En las naciones suramericanas contrario al resto del mundo, la apuesta es acabar con las instituciones o en todo caso dejar las instituciones como un esqueleto para que los que se monten, perduren y le hagan saber a la gente que sin ellos no hay nada que hacer.
En Argentina, Cristina Fernández está por concluir su segundo mandato – en dicho país hay una sola reelección consecutiva – y aunque en su momento intentó modificar la constitución no le quedó más opción que mantener la ley como está y concluir su mandato tras las venideras elecciones en el país del grito sagrado. Su difunto esposo y ella llegaron al poder con el respaldo del Frente para la Victoria en las elecciones del 2003, luego que Menem se retirara de la segunda vuelta en aquellas elecciones. Esta alianza política de la que forma parte el Partido Justicialista, el histórico partido peronista, esta avocada a mantener como fuera a los Kirchner en el poder. Ante la salida de Cristina, están buscando la manera de involucrar al hijo Máximo en la dupla que represente al FpV en las elecciones. El palpito en aquel país es que si la oposición argentina va separada la posibilidad de que el oficialismo persista en el poder es alta, su populismo salvaje – de la escuela venezolana – ha calado en la población y por más que existieran propuestas de calidad, la gente se ha ido acostumbrando a las facilidades o regalos que les da el gobierno de Cristina.
El gran freno de la avanzada kirchnerista por dominar el poder en toda su extensión ha sido el poder judicial y a pesar de ello, el FpV hace todo su esfuerzo por dominar dicho poder para hacerse del control absoluto de un país que sigue los pasos de uno de los peores países del mundo en la mayoría de las mediciones sobre política y economía: Venezuela.
El caso venezolano es la bandera cubana en Suramérica. Hugo Chávez se hizo dictador vestido de presidente popular, elección tras elección, mientras aplicaba aquella formula de populismo salvaje de la escuela cubana. Dólar barato, precios bajos, mucho dinero corriendo, misiones sociales y un largo etcétera que sumado al discurso encantador del difunto dictador, convirtieron a Venezuela en las ruinas de aquella democracia que había sido verdadero ejemplo de la región.
El chavismo mantiene un férreo control de todos los poderes públicos, lo que le facilita construir un sistema de corrupción envidiado por todas las dictaduras y regímenes forajidos. Tras el fallecimiento de Chávez, la apuesta del chavismo fue que el difunto dejara un elegido y convertirlo en la única fórmula para mantener todas las ventajas y prebendas que el régimen le estaba dando al pueblo, de nuevo el populismo salvaje. Como siempre en política, dicen que Maduro perdió aquellas elecciones pero consiguió quedarse en el poder habiendo asumido mientras supuestamente el dictador se recuperaba de una operación de la que también se dice le fulminó.
Con el faraónico dictador fuera del juego, los grupos de poder se pelean el control del país. Los Chávez, los Cabello y los Maduro. Tras ellos grupos económicos se discuten el futuro del país, mientras el país sobrevive a un default interno que nos hunde a alta velocidad al fondo del barranco. Ante una eventual caída del dictador Maduro, el régimen intentará buscar la manera de persistir en el poder sea como sea.
Sabrán entender porque en muchos aspectos, tristemente, hay muchos parecidos en la manera de gobernar en Argentina y Venezuela.
Rafael Correa es el abanderado en Ecuador de estos grupos políticos que controlan Venezuela y Argentina. El economista guayaquileño está en su tercer mandato y aunque Ecuador es un caso aparte al ser una economía dolarizada, también forma parte de estos países que han adoptado al populismo salvaje como mecanismo de control de la población: Yo te ayudo aunque no haré nada para que mejores tu situación y si no me votas te quito todo. El presidente del movimiento Alianza País apura sus opciones para establecer la reelección indefinida ya que en la nacional meridional hay límite de reelecciones.
En Bolivia, Evo Morales transita su tercer mandato. A diferencia de los tres países anteriores, Morales a pesar del discurso y su proximidad a los movimientos izquierdosos ha utilizado su liderazgo para mejorar las condiciones de aquel país. Bolivia es un país que ha ido consolidando su economía con retoques del mentado capitalismo y sin abusar del populismo salvaje. Dice Morales que este será su último gobierno, quedaría confirmar que aquello será cierto y ver el avance de aquella nación tras su estadía en el poder.
El caso brasilero es llamativo. Aunque la corrupción está sembrada en todos los niveles del poder, el respeto a las instituciones sigue siendo una bandera de esa nación. El PT (Partido de los Trabajadores) sobrepasó la década en el poder y tiene intenciones de seguir en ello. Aunque se recuerda a Lula como un gran gobernante, a su sucesora no le ha ido tan bien al punto que ganó la reelección ajustadamente. El partido abanderado del Foro de Sao Paulo está por la labor de conseguir su próximo elegido para mantenerse en el poder.
Se desconoce el alcance real del vínculo entre los grupos que gobiernan las naciones de este escrito, la verdad es que la labor es la de dilapidar la fortaleza de las instituciones para perdurar en el poder y seguir construyendo fortunas abanderadas del populismo salvaje.
Suerte tendremos cuando los políticos suramericanos apuesten porque más allá de enriquecerse en el poder, le permitan a sus países crecer por su bien y el bien de sus conciudadanos. Suerte tendremos cuando la educación precise en la gente que el esfuerzo propio es la llave para crecer en todo aspecto: económico, social, cultural, espiritual. Suerte tendremos cuando enterremos el populismo salvaje, difícil tarea cuando 5 de las naciones la profesan y las otras 5 de lejos o de cerca le coquetean.
Dios nos libre…
(Publicado originalmente en http://purasvitae.blogspot.com/2015/06/populismo-salvaje.html?spref=tw el 14 de junio de 2015)