Tengo una novela sin acabar. Una en que el protagonista es un empleado. Uno de una empresa multilocalizada, de una oficina regional a la que han dejado sin jefe. Y claro, el quiere creer que tiene todos los méritos para ser el jefe. Y llega un jefe, un tipo pesado en todo el sentido de la palabra.
Y empieza la conspiración, para hacerle la vida imposible al nuevo jefe. Un jefe que por supuesto quiere cambiar todo.En un lugar donde nadie quiere cambiar nada.
Pero ya no escribo. No le logro volver a alcanzar el tono. El de maldad con el que empecé escribiéndola.
Y no es porque no haya hecho la tarea. Me hice la escaleta, unas fichas por cada personaje a los que cuidadosamente les escribí sus características y trascendencia en la trama. Pero nada la historia está trabada.
Siempre vuelvo a la computadora. Busco el archivo de la escaleta, luego abro el de la novela. La releeo y hago el amago de escribir. Allí está titilando el punto de inserción. A veces creo que me voy a iluminar de tanto verlo. No estoy seguro si la musa considera esto como parte del trabajo. Porque si no es así no me va a encontrar.
Confieso que he regresado a los bares. A la Tasca de Juancho dónde Aurelio siempre servia el doble a las chicas que me gustaban. Pero claro antes mi misero sueldo de copy de un canal alcanzaba hasta para tomarme 5 botellas de vino en una noche. Aunque luego me dijeran que me faltó una para lograr horizontalizar. Pero ahora que Juancho es gourmet, venden puro pisco sour, y el vino es carísimo la estrategia Baudelaire tampoco funciona. Y en Venezuela no existe el vino de la casa. En todos lados lo que venden es pura cerveza azul, el ron se ha vuelto tan fino como el güisqui y mi hígado no aguanta las botellas de Superior, el ron que no da ratón como antaño.
Tampoco soy ya el tipo que se trasnocha. Al menos no de pura rumba. No por estar bailando como loco con Gerzillia. O por brincar de un templo del rock a otro. Tampoco en un fiesta rave, al filo del amanecer con DJ Oddo mezclando el puki puki. O cuando vino Spooky y la mayoría no hacia sino verlo mientras mezclaba en un galpón caraqueño del que te caían gotas. Pero yo bailaba. Y no , no fue en El Basurero. Allí también claro, más de una vez pero a ritmos menos ácidos y en ácido. Màs terrenal, más Dermis Tatu, más la Puta Electrica, La Calle, o Los Gusanos. Los Gusanos, esa banda de dark mestizo rajatablera. La que iba a tocar con Manu, si Chao, en una noche en la que se corrió la voz y al final no fue. Las malas lenguas dicen que por malcriadez del francés, pero otros le echan la culpa a Félix Allueva. El culpable del rock nacional, o del rock venezolano, o de lo que sea, pero no punto com. Esa loquesea que fue el aporte nacional a la burbuja de las punto com ¿Dije Rajatabla? No, la verdad es que lo insinué. Ya hay al menos una generación que no sabe lo que es que Pedro te saque a machetazos, de un café sin café, de bebida barata en el que hasta me llegaron a fiar. Ahora Pedro hace de Gómez, por ahí en la Plaza Bolívar y en lo que queda del grupo Rajatabla me parece que actúa. No he vuelto . No soy el de antes. Tampoco queda el ateneo, ni el Café como antes, ni el espacio Balzac.
Hubo una vida, hace muchas vidas. Que mi vida era entre ese Rajatabla y la Barra del Ateneo, también llamada terraza y que tuvo una época más arrabalera que la otra. Y que te atendía un mimo, Mario Sudano, y otra gente que te reconocía porque uno era habitué y sólo tomaba la coronita mexicana y me la pasaba con bailarinas. Porque yo era un intento de bailarín. Clases en Pisorrojo tres veces por semana y en algún momento hasta clases de Ballet en el Teresa. Clases para adultos de ballet, aunque yo le decía clase para quemados. Esa época yo no la mido en años, sino en kilos, 30 menos.
Voy a hacer una confesión aquí. Una que nunca he dicho publicamente. Yo bailé reguetón en la Barra del ateneo. Pero sólo fue una vez. De verdad. Fue con una chica también periodista. Pero uno no puede decir quien, porque uno es un caballero. Como uno tampoco puede contar sobre cierto profesor que rajatableaba con una alumna más linda que la otra con esas que mis prejuicios me dicen que no entendian sus clases. Pero la verdad es que a mi ese prejuicio de chica linda igual a tonta se me quitó hace tiempo. Con amigas. Inteligentes y bellas. Un peligro absoluto. Peligro para otros debo aclarar.
Ya todos estamos casados y con hijos. Bueno todos no. Está la que confirma la regla.
Ya tampoco soy soltero insólito. Ni tampoco llego a casa y le escribo intensos correos a media docena de amigas que estoicamente los soportaron. Digo yo, a lo mejor me pusieron en spam y ni me enteré. Porque la verdad es que uno no siempre se entera de todo, uno supone, uno divaga, se pierde.
Y el maldito punto de inserción sigue ahí .Titilando. Porque mi 90% de transpiración lo gasto en otras cosas. Y la inspiración no llega.