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La nominación de Tamara Adrián es el comienzo de una esperanza

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La nominación de Tamara Adrián como candidata a la Asamblea Nacional es la primera noticia que leo este año sobre la dirigencia opositora que no me causa rabia.

Me gusta pensar que los chavistas están entrampados con esta nominación, porque muchos de ellos se consideran progresistas, revolucionarios, defensores de las minorías —tú sabes, de izquierdas y tal—, pero en la práctica son profundamente conservadores y reaccionarios. Así que no pueden manifestarse en contra porque quedan en evidencia. De paso, luego de más de una década diciendo que ya casi van a reconocer que los miembros de la comunidad LGBT son seres humanos y respiran, la oposición se les adelantó con un ejemplo práctico.

Venezuela está en la cola del progreso, rayando en el fundamentalismo homofóbico, porque Chávez era un animal militar con ideas muy primitivas acerca de la diversidad sexual y, para más inri, adoctrinado por el más prominente perseguidor de homosexuales de América. La ignorancia de Chávez hizo metástasis en todo su entorno y por eso la dirigencia chavista sigue creyendo que insinuar que el otro es homosexual, es insultarlo.

Ojalá ese odio que siente la cúpula chavista hacia la comunidad LGBT pudiese ser explicado con un poco de psicología pop. Algo así como “sus ideas de sexo y género son muy simples y retrógradas”, o “tienen mucho miedo de romper con el patriarcado”, o “los militares tienen que dar mucho culo para ascender y temen que un día se conozca la verdad”. Pero no. La explicación es mucho más trágica y simple: Venezuela tiene una sociedad en la que el chavismo puede ser una fuerza política y el resultado natural es que las personas sexodiversas sean consideradas como aberraciones por una parte de la “ciudadanía”, que aplaude cuando la “dirigencia” usa epítetos deshumanizantes, inadmisibles en una sociedad normal del siglo XXI.

Sin embargo, creo que la nominación de Tamara Adrián es el comienzo de una esperanza. Con suerte, los hijos de los militares se darán cuenta de que el mundo cambió, luego sus hijos y así, dentro de tres generaciones, sus descendientes ya no serán retrasados mentales.

 

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