Empecé por comprar lumpias para acompañar mi almuerzo, luego el relleno se torno raro al final de cada mordida, como augurando un ingrediente diferente, algo que no sabía de que se trataba, pero creí poder intuir u oler de qué iba el asunto. Por dónde irían los tiros en ese restaurant chino de Chacaito, me rondaba en los oídos esa pregunta, hueca al final, almuerzo tras almuerzo; lugar donde conservo buenos recuerdos de birras a precio justo y conversaciones sobre el sentido de la vida. Una buena amiga, que se conserva entera en su belleza y capaz de moverme el piso, tal cual el vino, ella se percato de algo sospechoso la última vez que fuimos a tomar cervezas. Me dice:
- Oye Daniel, vi algo repugnante en el baño.
- ¿Y qué coño será, que tienes la cara pálida?
- No me lo vas a creer, es algo aterrador.
- Pero dime, ¿qué carajos es?
- No, tengo mucho asco, creo que voy a vomitar.
- Primero dime, luego te ayudo a sostener el cabello en la poceta.
- Un cuero de perro, Daniel.
- Como que un cuero, ¿vistes bien, de pana?
- Te lo juro, no lo estoy inventando. Me dice Nadia, luego salió corriendo a vomitar con bastante violencia.
No me quede con la duda, fui al baño, y en efecto se encontraba allí, un cuero de perro con la sangre ya seca, adornando la ventana hacia el patio donde tiran los desperdicios. Estos tipos son unos caníbales, pensé eso, me aleje de inmediato del local. Destinado a buscar evidencias sobre perros callejeros que terminan en el plato de estos establecimientos, busque entre la prensa, estaba la denuncia de hace dos años a estos hijos de puta. Y como la justicia es tan efectiva, no tanto por los funcionarios, la justicia es ciega, tal cual como la pintan. Es muy acertada su imagen, vendada con una balanza en la mano. ¿Cómo podría tomar justicia por mis propias manos? En ese momento desee con vehemencia tener un arma, entrar como todos los días, pedir mis lumpias de siempre, cancelar al chino asqueroso rata amarilla. La automática 9mm entra en acción, mi corazón lo sabe, mis piernas lo saben, el chino esta en el suelo con tres tiros en la cabeza, pronuncia unas palabras que desconozco, exhala su último aliento, sonrío, dejo el arma en el mostrador, tomo un efectivo de la caja: Cacería completa. Lo peor de todo es que eso no sucedió, sigo comiendo en el mismo restaurant, tengo el mismo empleo; pienso que buscar la justicia es muy arriesgado, cosa de héroes y películas gringas. Que si la carne es de perro, no me importa, me hago el loco como todos. Las cervezas son buenas donde los chinos, me dice Nadia, y se puede conversar en paz sobre cosas sin sentido como la vida.